Tuitear

Veamos si es cierto, como dice Ruano, que la buena columna es la que se empieza sin tener decidido aún el tema. Desatenderé pues la lista con las ideas al respecto que se me van ocurriendo durante el día, mientras vivo, y que muchas mañanas miro antes de comenzar a teclear. Otras veces lo traigo claro y ya me siento con el asunto decidido. Hoy, haré caso a César González-Ruano, maestro de este oficio, dandi de café, creador del término chiringuito, aspirante a espía o agente doble o triple, nadie lo sabe, y finísimo prosista. Ruano tuvo durante un tiempo a José Luis Coll como secretario, y yo coincidí con este último en algunos lugares allá por la década de los noventa, con lo cual, puede uno hacerse la ilusión de pertenecer a una cadena de tipos curiosos que vagabundean por el mundo para ir contándolo luego.

Ayer, que tuvimos el viernes más fresco de la semana según todos los registros, cundió tanto la mañana que las muchas tareas pendientes quedaron resueltas, de modo que arriesgándome a caer fulminado bajo los colores rojizos oscuros de los mapas de los meteorólogos, al atardecer me lancé a la calle. Aposté fuerte, con camisa y chaqueta de lino, que a priori hicieron temblar los cimientos de los tíos del tiempo, incapaces de concebir que alguien osase a la doble manga larga bajo el apocalipsis de julio del calentamiento global terminal del fin de los días. ¿Y a qué me dediqué? A tuitear en persona. En tres tertulias distintas, con amigos dispares y ambientes distintos, tuve ocasión de escuchar y escuchar. Una disertación erudita y magníficamente clara acerca del modo en que se crea el dinero y de cómo dicha estafa viene repitiendo patrón desde Sumeria. La presencia española en el Pacífico en el siglo XVIII. Una crónica de alguien venido desde Torres Pacheco, donde no creo que la maquinaria de propaganda tarde en movilizarse a pleno rendimiento. Con una estructura similar, me contaron lo ocurrido en una finca toledana, donde un perro salvaje solitario se metió hasta acabar con todas las gallinas ponedoras.

Entre charla y charla, además, asistí al nacimiento de una luna prodigiosa, que tuve que comunicar con urgencia. La luna era anoche un gran vaso de ginebra visto desde arriba. Y aún continuó el tuiteo físico para hablar de campos electromagnéticos, cerramientos metálicos, historia del rejoneo, misiles supersónicos, Nino Bravo, Julio Verne, Manolete, el estoicismo y los fichajes en el fútbol. Hubo varios trending topics de esos o como se escriba.

No sé por qué hay quien dice que tuitear en persona aísla, que nos lleva al extremo y que sólo sirve para propagar bulos e ideas superficiales. No lo creo. Siempre defenderé la idea de tuitear cara a cara, viendo cómo el contertulio te mira a los ojos, con sus gestos, sus risas y sus divertidos exabruptos. Hoy sólo le pido al día que sea tan bueno como el de ayer, con una mañana fecunda para dejar todas las obligaciones cumplidas, y luego poder compartir ratos en las redes sociales físicas, con más amigos. A ver si sobrevivimos a este infierno de calor que amenaza con los veinte grados. Y finalmente, emplear todo lo charlado para parir otra columna, dotar a un personaje de discurso o saber girar una trama. Y quedar escrito, como dice Ruano. Ahí, a lo loco, sin hashtags ni nada.


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