Supervivientes

Para poder conocerla en detalle, la lista de peligros aterradores a los que hemos sobrevivido exigiría una misión de décadas a bordo del Entreprise, con Kirk y Picard capitaneando al alimón.

Porque hemos sobrevivido a que nos amenazaran con darnos vitaminas si no comíamos, a la ropa de los domingos, a los divorcios de varios de nuestros profesores de EGB, a los porteros de los garitos erigidos en cancerberos del calzado, a las Autonomías, a los ex de las ex, a los pedantes de la universidad que ya lo sabían todo a los veinte años, a la llegada del euro y el desvalijamiento posterior causado por él –tal y como estaba previsto–, a la música de los 80 y de los 90 y a lo que vino después etiquetado también como música, a la desaparición de los videoclubs, al efecto 2000, a cotizar, a los grupos de WhatsApp, a los padres de los compañeros de nuestros hijos, a varias cenas de empresa, a las reuniones de la comunidad, a Navegante en Aguascalientes, a más de cuatro décadas y media de régimen del 78, a la multiculturalidad, a la imposición de los putos bozales, a un secuestro oficial en casa, a los aplausos a las ocho, a la coacción por parte de todas las instituciones para que nos dejásemos envenenar, a los inviernos más cálidos y a los veranos más infernales de la historia del planeta, al robo de varios meses de abril, a supuestos amigos que pretendían que hablásemos con ellos de series, a no saber qué pasa con las pirámides, a la tele puesta en los bares, al transporte público infestado de gente que piensa que lo que van escuchando a todo trapo en su móvil resulta de interés general, al interés general y al bien común, a que Sabina anuncie que se corta la coleta, a las intermitencias de Morante, al olvido de cosas importantes y al recuerdo de lo feo, a las colas, a los tipos de interés, a los que no se duchan, a un sucursal bancaria en cada esquina con empleados pobres disfrazados de ricos, a la zona azul, a la censura, al taller mecánico y al dentista, a la mutación de las nubes, a varios cambios de hora, a los que siempre tienen razón, a las llamadas de compañías de seguros, telefonía y agua, a soñar con quienes han muerto y, al despertarnos, ver que son otros los que siguen vivos, como si la muerte hubiese errado en su elección, al VAR, a los términos empoderamiento, sororidad y resiliencia –que sigo y seguiré sin saber qué significan–, a la ropa de moda, a que nos pregunten si queremos saber cuánto vale nuestro coche.com, a la sensación de haber vivido de continuo entrando en la sala del cine equivocada, al señor del espejo que nos mira avivando la culpa y recordándonos cuanto hemos hecho mal o cuanto quedó por hacer, a las obras de El Escorial en el bloque, a la incógnita de no saber qué hay más allá de unos puntos suspensivos…

En fin, que somos duros si hemos sobrevivido a todo esto. Que abran la puerta del toril y que salga el futuro hecho presente. Echadnos lo que sea, que lo torearemos. O haremos el intento.


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