La peli

Ayer, fatigado de labores, cuando llegó la noche me puse una peli. La pillé empezada, no vi el título, pero no debía de llevar mucho y en seguida me atrapó su clima, el ambiente, la manera de contar. Hablaba de un mundo distópico en el que mandan unos canallas que obligan al resto a vivir como ellos deciden. Debía ser cine europeo, porque salían mucho París, Berlín, Amsterdam, Lisboa e incluso Madrid. Y Barcelona, muchísimo.

Al parecer, el plan era destrozar Europa y dejarla como un solar para que otros venidos de distintos lugares la habitaran, mientras que a la población autóctona se la conducía hasta la miseria y el exterminio. Lo llamativo, lo que hacía que la película resultase hipnótica es que, mientras machacaban a esos tipos, a muchos de ellos lo que les salía no era defenderse de sus atacantes, sino ponerse a bailar y grabarse mientras aplaudían mucho a sus verdugos. Y me dije: joder, ni Berlanga y Azcona llegaron a esto. Qué vuelta de tuerca le están dando al cine de humor.

Parecía de humor, sí, pero era más bien una tragedia grotesca, porque ya digo que morían muchos envenenados y que trabajaban todos en vano en régimen de esclavitud para enriquecer a los amos y mantener a los mismos que los estaban masacrando. Ni una rebelión. Las voces en contra eran silenciadas, y muchos callaban, temerosos de que los tachasen de conspiranoicos, negacionistas o ultraderechistas. Con esos tres calificativos se despachaban a toda posible disidencia.

Y sí que empezó a haber enfrentamientos, pero no entre la muchedumbre atacada y sus atacantes –que por cierto se hallaban organizados en partidos políticos–, sino entre los mismos de abajo, a los que los de arriba incitaban a detestarse entre sí. Hombres contra mujeres, tras inocular un odio profundo al varón. Jóvenes contra viejos, tras convencer a los primeros de que la causa de la pobreza y de la ausencia de futuro que los aquejaba no estaba en los ladrones institucionales, sino en los mayores, culpables de tener que comer.

La peli ya derivó a un destrozo masivo de la agricultura, la ganadería, la cultura, la historia, la educación, la sanidad, las infraestructuras… La gente sabía que todos los medios de comunicación y cauces oficiales no eran más que lanzaderas de mentiras. Los cielos se rociaban químicamente con la pretensión de alterar el clima, como arma y como sistema de control. Los impuestos y los precios llegaron a cotas tan altas que las cucarachas comenzaron a vivir mejor que los habitantes de las casas. Por cierto, a muchos los convencieron de que tenían que comer cucarachas. Y quienes decían esto lo proclamaban masticando placenteramente un chuletón de buey. Crearon dos grupos de diseño para que la gente siguiese discutiendo distraída: a uno lo llamaron izquierda, y a otro, derecha. En los bares combatían ambas facciones, llegando al desprecio y a la agresión. Una vez, los jefes obligaron a los esclavos a llevar trapos en la cara, para mofarse de ellos y para asfixiarlos. Otra vez, les quitaron la luz. Metían risas en lata y sonaba el Dúo Dinámico, que sería la banda sonora.

¿Os cuento el final de la peli? Pues no puedo, porque ahora veréis el chasco que me llevé. Me levanté a beber agua y cuando volví de la cocina me di cuenta de que no estaba viendo una peli, sino mirando a través de la ventana. Tal cual. ¿Os lo queréis creer? Si ya me extrañaba que no pusiesen anuncios para venderme ideología y otros venenos.


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