Vamos con otro temazo: la eficacia. Si eres, como yo, de los que sí ve documentales de animales –me encantan, desde Félix Rodríguez de la Fuente hasta los de ahora, en 4K, con el león comiéndose a la gacela en máxima definición– estarás de acuerdo en que la eficacia es un asunto crucial. Si no eres eficaz, desapareces, sin más. Si en tu trabajo no eres eficaz, lo pierdes, sin más. Ya sé que conoces a muchos que no lo son y ahí siguen, pero espera, espera a que desarrolle la columna y después discutimos sobre eso.
La eficacia consiste en cumplir con aquello para lo que has sido llamado, contratado, diseñado o creado. Si el halcón no es capaz de cazar a sus presas en vuelo, perece. Si el gamo no corre como llevado por las aladas sandalias de Hermes, muere. Si una institución no consigue los fines para los que ha sido urdida, es desmantelada.
¿Entonces? ¿Cómo es que conocemos instituciones que no consiguen sus objetivos y que, sin embargo, ahí continúan? ¿Cómo es posible que la ONU, la UE o el estado español del 78 sigan en pie? Pues, querido amigo –siéntate, que quizá te va a hacer falta–, siguen en pie porque están cumpliendo con eficacia todos los fines para los que fueron creados. El fin, más bien, porque se trata de un objetivo único que conoce distintas ramificaciones y que no es otro que el de mantenernos al borde de la esclavitud, si no es en la esclavitud misma, que yo creo que sí.
Pongamos por caso lo del 78 en España, vendido en su tiempo como un milagro democrático de entendimiento, pacificación y superación de un tiempo oscuro. Ese documento llamado Constitución –que no es tal, pues nada constituye, más que el latrocinio y el sometimiento de la población hacia los partidos políticos– sienta las bases de todo cuanto estamos padeciendo en la actualidad. ¿Percibes ya la pobreza, o aguantas que te llamen una vez más a las urnas para fingir que cuentan y tienen en consideración la papeleta que eliges? ¿Notas ya la podredumbre en que han caído la educación, la sanidad, todo lo institucional, los transportes, la seguridad en las calles, la prosperidad, las facilidades para emprender? ¿Te cala ya la ignominia del hecho de que tengas que estar trabajando enteramente y en régimen de esclavitud para ellos desde el 1 de enero hasta el 18 de agosto, y subiendo? ¿Lo sientes ya o aguantas dos telediarios más? Pues todo eso, amigo mío, está pensado al dedillo desde finales de los sesenta, quizá antes, cuando para España se decidió un marasmo social, moral, económico y vital. Y se decidió en las altas instancias del cortijo, evidentemente, no en palacios como el Pardo, la Zarzuela o la Moncloa, donde nada tienen que decir, sólo obedecer.
Ahora comprenderás que no es que estemos gobernados por inútiles o que el estado sea fallido, como muchos repiten erróneamente. El estado es el aparataje creado por el sistema para arruinarte, para mantenerte al filo de la inanición, dentro de la esclavitud. Y claro que funciona. ¿O no ves de qué manera se extiende la ruina de valores, la ruina económica, la ruina social y la convivencial? Es prueba de que el sistema es eficaz: consigue lo que se ha propuesto, aunque sean guerras, todas ellas creadas por él mismo. Y hoy por hoy se ha propuesto que vivas peor que tus padres y que tus hijos carezcan de futuro e incluso de presente.
Por cierto, retomo lo del principio. Si conoces a muchos ineficaces con buenos y estables trabajos, entiende: están puestos ahí precisamente para cumplir con la ineficacia, para que tú no puedas subsistir. Luego, a su modo, son eficaces, porque cumplen con la misión para la que fueron seleccionados. Son piezas de una máquina cuyo funcionamiento está encaminado a un fin: acabar contigo. Hala, ahora sí: a votar.