Gasta barba, como cuando era joven, y la misma melena felina de casi toda la vida, que lo mismo vale para flamenco, poeta o náufrago. Luce las canas con porte, dando ganas de que a uno se le ensabane el pelo definitivamente. Sale al escenario José Mercé y la Plaza Mayor de Valladolid se hermana durante un rato con el barrio de Santiago de Jerez de la Frontera para cantar los temas más reconocibles del compositor Manuel Alejandro, jerezano también, y anunciar disco, antes de meterse en honduras con malagueñas, alegrías y fandangos. Saca Mercé, junto a su solvente cuadro, un jugoso surtidito del repertorio, y se acuerda de Aute, y de la Paquera y…
– ¡Palestina! ¡Palestina! ¡Palestina!…
Esto… Esperad, amigos, que se me han colado en la columna un grupo de manifestantes con banderas de Palestina. Vienen entre ellos la Belarra y la Montero, que dicho así podría parecer que pertenecen al cuadro flamenco de José Mercé.
–Eh, señores, un momento. ¿Qué hacen aquí, metiéndose en mitad de la columna?
–¡Hemos venido a protestar por el genocidio de Gaza!
–Ya, vale, pero esto es una columna sobre José Mercé por lo de anoche en Valladolid.
–¡Detengamos el genocidio!
–Que os explicó ayer Váitovek que no digáis genocidio, sino exterminio. ¿Y qué se arregla con meterse en esta columna?
–Es que ayer se nos terminó lo de la Vuelta Ciclista a este Estado en el que nos encontramos…
–España.
–…y no sabemos qué hacer hoy con las banderas.
–Pero lleváis ministras. ¿Tienen algo que decir?
–No, las han mandado, con guardaespaldas, para salir en la foto gritando cuando carguen los antidisturbios.
–Pero quién os manda.
–¿A los antiditurbios?
–Y a vosotros. Si tenéis el mismo jefe. Si sois orillas del mismo río: el del sistema, y es un río de aguas fecales, que mancha todo lo que toca.
–Eh… Ya… Pero Palestina…
–Palestina os importa un carajo. A los que organizáis esto. Seguro que lleváis adosada gente sincera en sus protestas. Pero los que organizáis esto, desde arriba del todo, sois los mismos de uno y de otro lado. ¿O habéis protestado, tanto que os importan los exterminios, por los pinchazos, el destrozo del campo, el latrocinio, los desembalses criminales de Valencia a los que llamáis dana, la violencia organizada en las calles por vuestros secuestrados en sus continentes o las matanzas en Nigeria?
–No. Nosotros… ¡Palestina! ¡Palestina!
–Que en esta columna estamos contra todo. Contra unos y otros. Porque sabemos que sois los mismos.
–Entonces… ¿no cuela aquí lo de crear división y alimentar la separación de la sociedad en dos grupos que se odien entre sí irracionalmente?
–Qué va. Aquí os hemos visto el plumero.
–Pues nada. Nos vamos entonces. Si nosotros sólo hemos venido a obedecer órdenes.
–¿Y qué diréis a quienes os acompañan de corazón?
–Nada, si para nosotros son ganado.
–Ya, ya. Eso, en esta columna, se sabe.
–Si llegamos a saberlo, ni venimos. No nos quedan ganas ni de insultar a Pedro Delgado. Adiós.
Pues nada, amigos, que esto iba de lo de José Mercé. Pero qué le vamos a hacer. Los teatros del sistema, que nos han fastidiado hoy la cosa. Como a Vindegaard. Y la pericomanía, al alza, como antaño.