Hormigas

Por mucho que madrugues, ellas se adelantan. Sales a andar por el campo aprovechando la tregua de calor que da la amanecida, y ya las tienes ahí, en fila, a sus labores incesantes. ¿A qué hora se levantan las hormigas? ¿Qué tipo de despertador químico emplean para levantarse todas a la vez, coordinarse, salir en orden y ponerse a sus tareas? En Madrid, en cuanto caen cuatro gotas se forma el atasco, o con las obras de ahora, que se parecen a las de antes, cuando Danny DeVito visitó la capital y dijo que esperaba que encontrásemos pronto el tesoro.

Las hormigas y los chinos tardan poco en hacer las obras. Cuando llueve, además de colapsarse la ciudad, las entradas de los hormigueros son tapadas por estos eficaces insectos. Y al escampar, salen otra vez, abriendo nuevas oquedades, sin tregua. Pero lo que yo admiro de las hormigas no es su obediencia ciega a un impulso hormonal, que es precisamente hacia donde nos están pretendiendo llevar a nosotros. En Occidente se ha mantenido durante algunas décadas la ficción de la libertad, el hacernos creer que éramos libres por poder meter un papel en una urna cada equis tiempo –papel que no sirve para nada porque nadie lo cuenta, es la teoría que se maneja en esta columna–.

Y ahora parece que han decidido que esa fachada de libertad sobra. Para seguir dando la batalla contra Partia, Roma dejó la República a un lado y se convirtió en Imperio: es decir, en Partia. Occidente, deshecho, navega hacia el ocaso preso de su propia trampa: puso a gobernar a los menos aptos y más viles porque eran quienes mejor obedecían a los crueles amos, pero ahora que parece haber guerra civil entre capataces –quizá sólo en el segundo escalón– se intenta ir a Troya pero en vez de a Odiseo, Agamenón, Ajax y Aquiles –con sus mirmidones, también hormigas–tienen a Sánchez, Macron, Starmer y Von der Leyen, que está puesta ahí por el Ayuntamiento, ya sin ni siquiera fingir que ha sido elegida por nadie.

Pero, entonces, ¿qué admirar en las hormigas? Si se rechaza ese vivir a la vez, obedeciendo impulsos irracionales inoculados por los de arriba para reducirnos a esclavos, ¿qué? Lo que me maravilla es su laboriosidad. El no pensárselo. El levantarse y ponerse a la tarea sin más dudas, hayan echado la noche como la hayan echado. Yo me he despertado hoy, como suelo, antes de que amaneciera. Espero que suba el café, le doy vueltas a los malos sueños que he tenido, intento convencerme de que sólo han sido fantasías oníricas, recuerdo los abundantes y pesados problemas laborales de la jornada de ayer, veo los cielos rociados de químicos antes de que salga el sol, le doy vueltas a cómo ir haciendo lo de hoy, con tantas cosas por delante… Y cuando sube el café, se me ha olvidado sentir la alegría de esta nueva mañana, agradecer, la única oración. Y al sentarme al teclado, me planteo que a estas horas y sin tanta tontería las hormigas ya deben haber escrito dos novelas y diez cuentos.

¿Se apenan, sienten pereza, experimentan deseos de cambiar de vida, se acuerdan de los que se fueron? Yo no sé cómo viven las hormigas. Pero tampoco sé cómo lo hacemos nosotros, la verdad. Fascinante, Spock.


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