Ahí andan, intentando vendernos lo del euro digital. Se trata de esa gente que nos habla desde los bajos despachos o desde los altos burdeles de la UE —disculpen que no conozca el orden de tales sesiones de trabajo pagadas con lo que nos roban vía impuestos—.
El euro digital. Otra maravilla. Otro edén. Otra cosa güena para nuestras carnes morenas, como todo lo que inventan. Que no nos preocupemos, dicen. Que no pasa nada, que es por nuestro bien. Siempre que vengan justificando algo por su bien, corran hasta que no les quede aliento. Que no quieren controlarnos, dicen. Que no quieren desvalijarnos. Que no es para hacer que obedezcamos sus caprichos asesinos. «Corred, insensatos», dice Gandalf, que quienes nos están diciendo esto del euro digital son los mismos de la prima de riesgo, de las leyes que nos someten, de los impuestos verdes, robo colorido, de los inyectables, de las invasiones promovidas desde dentro, los que te alertan sobre la frontera del este mientras destrozan la del sur…
«Corred, insensatos», dice Gandalf, que los conoce bien porque es muy viejo y se acuerda de que éstos son los mismos que vinieron en los años noventa a vendernos el otro euro, el que no era digital, el euro a secas. Y Gandalf sabe que aquello fue un invento para robarnos a manos llenas. Donde antes robaban en pesetas, se pusieron a robar en euros. Se encareció todo al doble, al triple. Obligaron a dos a trabajar para mantener una casa que antes subsistía con un solo sueldo. Éstos son los mismos que nos empobrecen a través de la deuda y la inflación, premeditadas ambas.
No es que no queramos el euro digital, que por supuesto que no. Es que tampoco queremos el otro, esa causa de pobreza, de ruina. No los queremos a ellos.
Porque reconozcamos que el euro no es el criminal, sino sólo el arma del crimen. Distingamos. Quienes nos han apuñalado a eurazos son ellos, los actores de toda la vida, los que fingen un desacuerdo entre izquierdas y derechas, los que nos llaman luego a la escenificación de las urnas para justificar sus quehaceres criminales. Ellos son los autores materiales de un crimen perpetrado por otros de más arriba: sus amos, los autores intelectuales, los que de verdad mandan en el cortijo. Los de siempre. Lo de siempre. En analógico, en digital y en la madre que los parió. Gandalf, espere usted, hombre, no huya sin nosotros.