Click

Se está poniendo complicado lo de la tertulia ahí abajo. Con el Marqués en su retiro levantino de cada verano, la cosa pierde fuelle. Van llegando a la mesa de la terraza uno tras otro, como puestos de acuerdo, para hablar del calor, de la corrupción política y de lo de Israel. Alguno intenta colar el fútbol como tema, pero sin mucho éxito, la verdad.

Ayer mismo, mientras se enfriaba lentamente el asfalto y la caravana de coches proseguía con la huida hacia las playas y los pueblos, tuve que echar mano de una de las técnicas de defensa que desarrollé en las barras de los garitos de los años noventa: hablar tú para que no te hablen ellos a ti. La enésima conversación acerca de que este es el año más caluroso de la historia –se lo dicen a un tío criado en Córdoba– ya me lanzó al ataque. Me negué a seguir soportándolo y rompí por Woody Allen.

En vez de dar opción a que siguieran perorando sobre lo que ha dicho la tele –se lo dicen a un tío que trabajó dando el tiempo en la tele, precisamente–, sobre si viene la ola de calor, sobre si se ha podido dormir mejor o peor que la noche anterior, sobre si el cambio climático y demás zarandajas, lo tiré por Woody Allen, como digo. La última noche de Boris Grushenko, se tradujo aquí la peli, Amor y muerte en su título real. Esto te desactiva a toda la grey, incapaz de meterse en esa charla. Les esbozas el argumento, les sueltas cuatro frases ingeniosas que recuerdas o que te inventas al paso, te ríes como si te lo estuvieran contando ellos a ti, y si intentan reconducir hacia su terreno, hacia lo que les han dicho que tienen que andar farfullando de continuo, tú te haces el sordo y continúas. Enlazas con otras películas de la época o del autor, hablas rápido, los miras a los ojos, como Luis Aragonés, obligándolos a atender. Y te aseguras que se baten en retirada, rumbo a la máquina tragaperras o a otras mesas en las que poder ir a lo suyo, que es el desahogo mediático, el vómito de los temas recibidos.

Uno admitía que se notaba saturado de corrupción política, incapaz del más mínimo análisis de las razones de esta enfermedad social inoculada por los de arriba. Un tercero se desmoronó, sin opción de continuar con su análisis geoestratégico atresmediano sobre Oriente Próximo. Un cuarto pretendió hablar de destinos vacacionales –se lo decía a un tío que no para hasta diciembre–.

Click. La única respuesta eficaz. La ruptura, el cortocircuito, la negación de otra posibilidad que no sea la de que te dejen tranquilo. Yo no digo que no opinen, como es lógico, pero que no me opinen encima, que lo hagan para otro lado. Si vienen a repetir consignas, frases hechas y temas suministrados por los medios de comunicación del poder, eso es en otra ventanilla. Hablarles mucho, hablar tú encima, es el atajo hacia el silencio. Y si se ponen muy tercos y resisten, desenfundas con Stevenson, Buda, Legrá, Belmonte o la cerámica etrusca como argumentos. Y ahí arrasas. Click. Y a disfrutar del tiempo, que es tuyo. En paz.


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