Necesitan que vivas en permanente estado de alarma. Porque asustado, sobre todo si te aterras en grupo, colectivamente, obedecerás de forma más dócil las indicaciones que te vayan dando, todas ellas por tu bien, por supuesto.
Ayer mencionábamos aquí la manera en la que los nombres se van gastando y necesitan ser sustituidos por otros nuevos. Es lo que les ha ocurrido a los que mandan en este cotarro, por ejemplo, con la cantinela del calentamiento global. Por lo visto, dejaron de llamarlo así para pasar a denominarlo cambio climático. Y ya ni eso. Ahora hablan de emergencia climática. Mañana, quizá opten por referirse a esa creación de laboratorio ideológico como bomba del clima, tiempo zombi o tornado multicolor. Sabrá Dios qué inventan sus guionistas.
Porque hablan para tarados, y conforme más gente se da cuenta de las estafas, el discurso que lanzan se vuelve más delirante. Este verano afirmaron de que los mares hervían, y a la finalización de septiembre, pese a lo templado de los meses que hemos tenido desde mayo hasta entonces –con el calor lógico de la estación y ciertos episodios puntuales, pero muy por debajo de lo de algunas otras temporadas– sacaron del cajón los titulares que ya tenían preparados desde enero para decir que habíamos padecido el mayor apocalipsis de los últimos no se cuántos mil millones de años.
Sin embargo, a la par que intentan alarmarte con mentiras, los motivos de verdadera alarma que sí existen los quieren hacer pasar como algo normal. Las consecuencias del crimen de 2020 en adelante, con su incremento en número de enfermedades y muertos, las obvian. Lo que hacen en los cielos casi a diario lo pretenden silenciar. El nivel de desvalijamiento al que han llegado con los impuestos lo quieren hacer pasar como algo asumible. Ante el paso siguiente a tal robo mayúsculo, que es el aumento desbocado de los precios y la pobreza que esto genera, miran hacia otro lado. La invasión de diseño no existe para ellos. Del deterioro del sistema escolar hasta haber logrado el nivel propio de una pocilga no mencionan nada. Y así podríamos seguir, por desgracia, alargando la lista de sus crímenes.
¿Cómo es posible que te digan que te alarmes por la mentira y que, a la vez, aspiren a que normalices la verdad de sus horrores? ¿Cómo es posible que tengan la desfachatez de seguir hablando en público –todos, sin excepción, rojos, azules, morados, verdes…– mientras esto se derrumba? Es posible, como es lógico, porque el sistema los pone ahí. De sobra saben que ya no les creen ni sus madres. Porque tampoco les creen los suyos, ni unos ni otros. Si alguien permanece aún defendiendo este sistema es porque cree vivir de él, desconocedor de que el sistema parasita cuanto encuentra. Pero el esclavo desarrolla apego por la escudilla en la que le llega la sopa sobrante.
Valle Inclán inventó el esperpento para observar con claridad la realidad. Como la realidad venía deformada, Valle deformó el espejo para que éste devolviera la imagen fiel de lo que estaba reflejando. Del mismo modo, el discurso oficial ha alcanzado la plenitud, prácticamente, en cuanto a la visión que ofrece de las cosas. Todo cuanto dice es mentira. Afirma que sus mentiras son verdad y tacha a la verdad de mentira. Hasta cierto punto, supone un alivio haber llegado a este grado de podredumbre. Ya no hay que estar preguntándose cuándo nos mienten, cuándo nos roban o cuándo nos pretenden hacer daño. Siempre. Reconozcámoslo: más fácil no pueden ponérnoslo. Siempre. Siempre. Siempre. Y por lo tanto, ¿cuándo creerles, cuándo fiarnos de ellos? Escucho por ahí al fondo graznar al cuervo de Poe…