Es mediante el lenguaje. Así inoculan el miedo, el odio y la mentira con las que pretenden esclavizarnos. Ya sé que lo sabemos. Pero hay que repetirlo con insistencia, puesto que la maquinaria sistémica no se detiene. A finales de julio, en España estamos en verano. Tal obviedad da hasta vergüenza escribirla, pero el nivel de bombardeo mediático alcanza una intensidad tan elevada que la frase, en otro tiempo absurda por evidente, casi se ha convertido en una consigna revolucionaria. Es verano. Aprieta el termómetro. Punto. Pero no. El fin último es volverte loco y decirte que hace un calor como nunca hizo –falso– y que tú eres el culpable de tan anómala situación. Y entonces viene lo bueno: ellos te van a decir cómo redimirte de ese pecado que constituye tu propia existencia, la huella de carbono, porque el apocalipsis climático sobreviene por tu mera presencia aquí. A partir de esta cadena de engaños, posteriormente nos echan encima más impuestos, el dictarnos un modo de vida empobrecedor y todo cuanto se les ocurra para mantenernos en el corral, sumisos.
La tuitera Intradía, una mujer perspicaz, me mandaba el pasado miércoles una lista con algunas expresiones que ella había recopilado a vuelapluma, obtenidas de noticias que se ocupaban de la meteorología. Y, como decíamos arriba, es la deformación del lenguaje lo que usan para sus fines. Desactivemos pues unas cuantas bombas de terrorismo informativo que han sembrado para que las pisemos y reventemos en una llamarada de miedo y culpa. Parece uno un artificiero, carajo. A lo que nos obligan.
Transcribo titulares y traduzco a lenguaje normal, es decir: sin la carga irracional introducida por ellos en cumplimiento de las órdenes que han recibido. «La Aemet avisa: nuevo cambio de tiempo, una masa cálida afectará a estas zonas». O lo que es lo mismo: «Hará calor de verano en tales sitios».
«El norte, noreste y zonas del este sufren una bajada de temperaturas». Traducido: «Refresca».
«Las lluvias tienen las horas contadas». Traducido: «Acabará escampando».
«La Aemet pide que nos preparemos para lo que se viene esta semana porque no se salva casi ninguna zona de España». Traducido: «Coged el paraguas, que va a llover». Por cierto, el uso de esa pasiva refleja, se viene, delata la condición logsiana de la persona que ha redactado el titular.
Ya no sólo es lo que dicen, cuando mienten descaradamente, sino cómo lo dicen. Emplean lenguaje bélico, como si mantuviésemos una guerra contra el clima, o él contra nosotros. No es casual. Todo esto obedece a órdenes emitidas desde arriba que los de abajo, a veces sin saber ni lo que hacen, van repitiendo a cambio de que les garanticen que llegará la siguiente nómina –cada vez menos espléndida, por cierto–.
Lo que hacen con el lenguaje es el equivalente en palabras de los colores, cuando ponen en rojo oscuro zonas donde no se esperan más de veintipocos grados. Es el miedo, el mantenerte permanentemente estresado para que pienses que, por tu culpa, esto se acaba. Estrés térmico, le llaman ahora a estar hasta los huevos del calor. Los dejaba en Córdoba un par de días. Pero no este verano, que ha refrescado tanto, ni el pasado, que fue el más benigno que recuerdo. Un veranito de mi infancia, años ochenta, sin aire acondicionado. A ver qué titulares redactaban.
Tiene bemoles que quienes más se afanan por alterar la meteorología –los jefes, no sus empleados– no sólo nieguen estar haciéndolo, en tu cara, sino que intenten hacerte sentir mal por sudar. Pero cuántas farolas ociosas. Farolas, pinos, olivos… –ahora ya no sólo los arrancan, sino que los queman–. Lo dicho: que el presente verano va camino de ser el más caluroso de este año. A lo mejor pagando todavía más impuestos podemos evitarlo.