De entre todas las barbaridades liberticidas y canallas que estamos permitiendo por la plandemia, la tortura sobre los niños es la que más clama al cielo. No sé cómo nos perdonaremos haber dejado que estos psicópatas machaquen a nuestros pequeños.
Cuando hace años leía que los antiguos sacrificaban a los críos ante deidades sedientas de sangre fresca, pensaba: qué afortunados somos, que hemos avanzado y ya no incurrimos en tales delirios asesinos. Estaba equivocado: seguimos viviendo en una sociedad que admite la manipulación, el dolor, la tortura y hasta el asesinato contra los niños.
Ahí los tienes. A tus hijos. A tus sobrinos. A tus nietos. A todos. Habiendo pasado un invierno con las ventanas abiertas en clase. Con un trapo puesto en la boca durante horas. Siendo machacados por el terrorismo informativo que les llega por los cuatro costados. Aislados. Encerrados. Y ahora, ante la amenaza de ser inoculados con una sustancia experimental para que las élites y las grandes farmacéuticas cumplan con sus objetivos.
¿Vas a dejar que lo hagan? ¿Vas a dejar que sacrifiquen a tus niños en el altar de la plandemia?