No al bozal

Al discurso oficial le gusta apelar a la ciencia. Lo ha dicho la ciencia, dicen. Los expertos aseguran… Los científicos comprueban que… Lo cierto es que cuando la oficialidad habla en estos términos, miente. Como hace siempre.

Porque la ciencia, en el caso de los bozales, lo que dice con claridad es que no aportan defensa alguna contra nada, y sí muchísimos perjuicios, algunos de ellos muy graves. A pesar de esto, los políticos -que son empleados de la élite que realmente gobierna- insisten en presionar a la población para que porte sobre la boca y la nariz esos infectos trapos empapados de miasmas.

Negando la ciencia, ellos sí que son negacionistas de primer orden, acosan a la gente para que se perjudique la salud y enferme.

El asunto se vuelve especialmente atroz cuando pensamos en los niños, a los que están volviendo tarados en los colegios, con muchos de sus profesores ejerciendo de psicópatas desatados. Los obligan a llevar esa porquería inútil y perjudicial durante horas. Les hacen correr, hacer deporte, con eso puesto. Los responsables deberían ser juzgados con urgencia por promover la tortura y la enfermedad entre la infancia.

¿Por qué entonces insisten estos canallas en que hay que llevar tal bazofia sobre la cara? Supongo que en ello se mezclan varios factores. De entrada, son locos peligrosos a los que no me extrañaría que simplemente les divierta ver cómo la masa de borregos obedece sus órdenes disparatadas y nocivas.

Pero además, quizá confluyan otros factores, como que el barbijo, mordaza o bozal recuerda a los covidiotas que son esclavos y que deben vivir asustados, ya que el miedo es el motor principal de la plandemia, de toda esta farsa. Y puede que incluso las «autoridades» estén fomentando de forma activa la enfermedad entre la gente. Yo los creo capaces de todo: por desgracia, tan nefasto es el concepto que tengo de los que realmente gobiernan y de sus empleados, esos tipos sin escrúpulos que viven de dar la cara por sus amos.

En fin. El bozal, el puto bozal, el puto trapo. Ojalá existiese justicia.


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