El culebrón de los votos

Una buena telenovela, un culebrón, es el que consigue mantener secuestrados a los espectadores durante cientos de capítulos. Da igual lo que haya que hacer por contenido, da igual las relaciones que haya que retorcer entre los personajes o que el argumento llegue a resultar inverosímil. El objetivo del culebrón es reunir a una masa pendiente de él durante el mayor tiempo posible. En grado máximo, el ideal consistiría en alcanzar el infinito, el para siempre, sin fin.

Eso es el teatro de la denominada democracia. En España lo acabamos de ver una vez más, con las llamadas elecciones del 23J. Digo llamadas porque nadie ha elegido nada. Nadie cuenta los votos, emitidos además de entre una panoplia de partidos que ya han situado a los suyos en determinados lugares pactados. Pero además, insisto, no hay que perder de vista que nadie cuenta nada. Te ofrecen unos resultados que corresponden a los cálculos de los verdaderos amos de todo esto, que no son los políticos, sino gente de más arriba, gente que controla todo el cotarro económico y social y que lo hace en un ámbito global.

Pero lo de los votos sirve para mantener entretenido al personal. Para perpetuar el enfrentamiento entre ideologías, para seguir inoculando odio en una sociedad dividida que se sienta delante de la pantalla a ver el culebrón, con ganas de más, enganchada a las subtramas que basan su razón de ser en los diferentes idilios, traiciones, pasiones, venganzas y ajustes de cuentas entre las distintas facciones. Los políticos son actores. Siguen un guión. El objetivo del culebrón es mantener a la masa anestesiada, engañada, entretenida, enfrentada entre sí. Controlada. Dominada. Esclavizada.

Por eso, lo del 23J no ha sido más que un episodio nuevo, con giros argumentales que parecen hacer avanzar la acción pero que, lejos de eso, no hacen más que mantenerla en un marasmo, empantanada. Como guionista, a mí me parece que lo más rentable sería ahora medio año de discusiones que desembocaran en unos nuevos comicios. Pero a lo mejor siguen con el galán Sánchez, grandísimo actor -que tiene madera, las tres cualidades de un político, que son: la ambición, la falta de escrúpulos y la capacidad de obediencia a sus amos-.

De ese culebrón no se sale desde dentro. La única salida para el secuestrado por las subtramas inventadas es darle al botón de apagado. Levantarse. Lanzar la tele por la ventana. Salir a la calle. Respirar. Descontaminarse de toda la bazofia que los creadores de la telenovela le han inoculado. Y entender cuanto antes que la guerra de los de arriba contra todos nosotros se libra en la calle, en cada lance, en cada momento en que hay que defender a ultranza la libertad que nos quieren sustraer. Sin culebrones, sin actores, sin fingimientos. Es posible desengancharse de ese pernicioso elemento de distracción y de deformación mental y espiritual. No han ganado los tuyos. No han perdido los tuyos. No hay tuyos. Ni míos. Ni nuestros. Apaga el culebrón, que te vas a quedar ciego, carajo.


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