Quizá sea uno de los temas, uno de los pocos temas. Para Woody Allen, la lista de los asuntos importantes se limita a dos: el sexo y la muerte. Leonard Cohen suma un tercero, en un golpe genial: los impuestos. Y quizá ya esté todo dicho.
Porque, puestos a clasificar y a reducir a lo esencial, el tiempo cabe en la misma carpeta que la muerte, si entendemos esta última como la consecuencia del gasto final del tiempo que nos haya sido asignado. Supongo que ha surgido este tema porque últimamente me encuentro con gente que afirma agobiada que no tiene tiempo para nada. A mí mismo me está pasando. En mi caso, las múltiples ocupaciones en que ando explican sin más un día a día excesivamente copado. Me bastaría con decir que no a algo. Ya veremos. Pero me llama mucho la atención cuando encuentro a gente que no tiene tiempo, o eso asegura, y sé que no trabaja, ni posee responsabilidad en casa, ni hijos, ni perrito que le ladre, como se solía decir. Esto querría decir que la carencia del tiempo es algo generalizado, misterioso, inexplicado. Pareciera que el tiempo se hubiese evaporado como por arte de magia, que los días se acortasen a veinte horas o menos. ¿Dónde está lo que falta? ¿Adónde fue la juventud? ¿En qué empleamos las largas tardes, las noches de insomnio, las claras mañanas, los fines de semana de esta primavera? El viento sigue azotándonos, postergando el calor, fumándose nuestros cigarros, pero también se diría que ese viento se está llevando las horas, como si en el reloj de arena de la vida que tenemos disponible soplasen remolinos hurtándonos los granos más preciados.
¿Os pasa también esto de que os falta el tiempo? Se supone que el zen que se ahonda en meditaciones maestras se sale de él, escapa del tiempo, considerándolo una forma de esclavitud, una cadena, una mentira más. ¡Se acabó el tiempo!, grita el Apocalipsis, como si los cielos ejerciesen de árbitro y diesen por finalizado el partido de este valle de lágrimas. ¿Podrían existir ladrones de tiempo, seres parasitarios que nos estuviesen consumiendo horas y horas de existencia otorgándoselas a sí mismos? Bueno, de algún modo, eso es el Estado, que a través de los impuestos nos roba el fruto de nuestros trabajos. ¿Y qué son éstos, si no tiempo dedicado? Con lo cual, volveríamos a Leonard Cohen, al principio de la columna, que tendría razón en considerar a los impuestos como un tema fundamental.
Impuestos, sexo, muerte. Pero sin tiempo, ni podemos pagar a Hacienda ni tampoco cumplir con los rituales de apareamiento, aunque sean románticos y en verso. Se diría que andamos tan mal que no tenemos tiempo ni para morirnos, dejando el estertor final para la jornada de mañana, porque hoy ya no nos da para más.
Y yo que sólo quería llegar a esta edad para disponer de todo el día para leer… Y mirad qué plan. Qué desastre. Qué fracaso. Qué tiempos nos han tocado.