Orwell conoció 2020

Se habla mucho de Orwell últimamente: que si el Ministerio de la Verdad, que si el Gran Hermano, que si 1984… Me parece lógico.  Los tiempos están como están y el escritor resultó tener una mirada larga que le permitió anticiparse. Porque George Orwell, que en realidad se llamaba Eric Arthur, lo vio venir. Vio venir muchas cosas.

Estuvo en España durante la Guerra Civil y se olió el percal. Fue uno de los primeros en darse cuenta de que la dictadura del proletariado tenía mucho de dictatorial y poco o nada a favor de los proletarios. De lo que vivió en nuestro país dejó constancia en Homenaje a Cataluña.

En su genial Rebelión en la granja retrató a Stalin en el personaje del cerdo Napoleón. Alguien me dijo que, a raíz de su lectura, el dirigente soviético mandó acabar con el novelista, pero esto es algo que dudo: no porque Stalin no fuese capaz de matar -quizá ande a la cabeza o muy cerca en el ranking de asesinos en masa- sino porque no lo veo mostrando mucha ineficacia al respecto. Si Orwell publicó el citado libro en 1945 y no murió hasta 1950, ¿es que en cinco años -digamos un quinquenio, si hablamos de Iosef- los enviados soviéticos no dieron con el escritor? Difícil. Quiero decir: si Stalin en efecto hubiese pedido la cabeza de Orwell, no creo que hubiese tardado en tenerla sobre una bandeja.

Pero a lo que iba, que me liais. En Rebelión en la granja queda retratada la esencia de lo que el poder hace a la gente, sobre todo a quienes acceden a él cargados de rencor, de ganas de ajustar cuentas. Supongo que a nadie escapa lo edificante que es leer esa novela y comparar los procesos que describe con el devenir de la política en España en los últimos cuarenta o cincuenta años. Ahí está todo.

Por otro lado, tenemos el soberbio 1984, que se tituló así al intercalar los dos últimos dígitos del año en el que Orwell lo escribió, 1948. Descubrimos en sus páginas al Estado como ente omnipresente y controlador.  ¿Se emplea la censura? Desde luego, y no sólo la censura previa, sino la retroactiva, que es algo a lo que por desgracia ya nos hemos acostumbrado. Consiste ésta no sólo en ocultar la verdad o en mentir sino en reinterpretar lo que ocurrió en el pasado de cara a actualizar lo que se cree saber de los hechos. Esta modalidad la podemos encontrar en todas esas historias que proliferan por los libros de texto de las últimas décadas; y también en los anteriores, para qué engañarnos. Vamos, que la censura retroactiva consiste en decir que olvides lo que sabías y a quién viste, que nada de eso ocurrió. Una institución poderosa siempre puede contar entre sus asalariados con expertos, catedráticos, intelectuales, medios de comunicación… y sobre todo, posee la educación; son todos ellos instrumentos fantásticos para borrar la memoria del personal y adecuarla al nuevo relato que conviene al que ocupa en ese momento el sillón de mando.

Y sin embargo, con ser terrible, no es éste el mayor de los atentados del poder que describe Orwell en 1984. La peor de sus capacidades es la que hace que dejes de ser capaz de percibir por ti mismo. El protagonista, Winston Smith, después de ser torturado hasta el límite, ni siquiera acierta a saber cuántos dedos se le muestran en la mano que tiene delante. ¿Tres, cuatro, cinco, uno, ninguno…? ¡No lo sé, dímelo tú! Una escena parecida vemos en la película, donde John Hurt, Suzanna Hamilton y Richard Burton están excelentes. En el libro, Orwell no deja lugar a la duda:

— La realidad está dentro del cráneo. Irás aprendiéndolo poco a poco, Winston. No hay nada que no podamos conseguir: la invisibilidad, la levitación… absolutamente todo. Si quisiera, podría flotar ahora sobre el suelo como una pompa de jabón. No lo deseo porque el Partido no lo desea. Debes librarte de esas ideas decimonónicas sobre las leyes de la Naturaleza. Somos nosotros quienes dictamos las leyes de la Naturaleza.

El hecho de que los gobiernos mientan, manipulen y moldeen el ideario y los sentimientos de las gentes no es nuevo. No lo han inventado Trump, Sánchez, Putin, Aznar, González, Stalin, Truman, Franco… Hablamos de prácticas antiquísimas. Entonces, ¿existe diferencia entre el control de pensamiento que intentan ejercer en la actualidad y el de hace años o siglos? Yo sí lo creo. Existe una diferencia fundamental.

Ah, como decían en Conan: «Y ésa historia también será contada…». Pero lo dejamos para otra columna. Por ahora, acabo deseando que vuelva Orwell, que vuelva, aunque sea para un rato.

(CONTINÚA)


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