Odio + Miedo

Supongo que todos habremos oído hablar, o hemos visto el vídeo, de un experimento en el que mezclan a dos tipos de hormigas dentro de un recipiente. Parecen convivir sin más los dos bandos, pero en cuanto alguien agita el bote y los insectos sienten un peligro, entre ambas facciones se desencadena una guerra a muerte. Como ejemplo, vale. Para lo nuestro, quiero decir. Porque así es como vivimos. Dentro de un recipiente. Si nos pusiésemos todos de acuerdo, quizá optásemos a poder abrir la caja y escapar, para horror de quienes nos han metido ahí dentro. Sin embargo, los dueños del cotarro nos prefieren dentro del receptáculo, disponibles para el ordeño, la esclavitud, la parasitación, lo que sea que hagan con nosotros. Y la mejor manera de evitar que abramos el bote es, como en el ejemplo de las hormigas, mantenernos enfrentados y con miedo.

Odio y miedo. La fórmula es sencilla. Primero se nos inocula una división tal que lleguemos a considerar al otro de distinta especie. Los de izquierdas, los de derechas. Los nacionalistas, los centralistas. Los ateos, los creyentes. Los viejos, los jóvenes. Los hombres, las mujeres. Los motivos de división pueden llegar a lo paródico: ajedrecistas contra futboleros, amantes del arte frente a televidentes, partidarios del campo enfrentados a los defensores de la playa… Para los de arriba, el motivo da igual, lo que cuenta es el odio como chispa que hará reventar la situación. Y esa chispa ha de caer sobre un combustible que previamente también han alimentado ellos: el miedo. Ayer, de nuevo me tocó ver de perfil un informativo desde la barra del bar. Sin prestar atención a lo que decían, obviamente, veía los titulares que ponen en los rótulos. En un rato, además de un sinfín de tontadas sin importancia con una estructura diseñada para captar la atención de personas carentes de las capacidades intelecuales más básicas, se dedicaron a inculcar miedo: que si el granizo, que si el calor, que si Trump, que si va a chocar un asteroide contra la luna…

Miedo. Llenando de miedo el depósito, hasta que rebose. Y así, una vez que todos se encuentren hasta las cejas de terror inculcado, irracional y estúpido, agitamos el bote y el odio hace el resto. Pugnarán entre ellos, echándose la culpa entre sí, divididos por grupos. O sea, que los criminales que fomentan el odio y el miedo son los autores de los mismos crímenes de los que nos culpan a nosotros. Ahí los tienes, fingiendo que discuten entre ellos, tirándose a la cara los muertos del crimen de Valencia, por ejemplo en un intento de trasladar el odio a la sociedad: han sido los tuyos, han sido los míos… cuando los culpables del crimen disfrutan del premio recibido por acatar órdenes.

Hormigas de distintos colores metidas en un bote y esperando a ser agitadas para liarse a bocados entre sí. Así nos tienen. ¿Y qué hacer? Pues si el odio y el miedo son las herramientas que emplean para esclavizarnos, lo que hay que hacer está claro, ¿no? Desarmarlos.


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