Nos sueltan que vayamos dejando la carne y a cambio nos ofrecen un plato de insectos, que por lo visto es lo que acabaríamos comiendo si volviésemos a salir de tapas. Está la cosa para pensárselo, pero a priori me temo que me decantaré más bien por seguir paseando por parques y veredas; prefiero ese andar tranquilo rememorando los días en los que con el vino nos ponían tapas de jamón y pedíamos raciones de oreja a lo de picotear unas cucarachas entre cerveza y cerveza sin alcohol. Además, no me llama el burbujeo de conversación hablando de qué se va a hacer con Cataluña -a estas alturas-, de si se aplica el artículo 155 o el 8 de la Constitución, de si es o no es un cortinaje para esconder la corrupción del sistema, de si se juntan los constitucionalistas o no… En efecto, parecen conversaciones surgidas entre comensales de insectos, y lo que añoramos son las charlas de los que nos deleitábamos con lomo, queso y anchoas. Como vivo en el noveno, me encuentro con todos los vecinos en el ascensor, y advierto alarmado que en el cubículo se cuelan conversaciones que ya no se ocupan del tiempo, de si llueve o de si cuánto viento: el vecino del cuarto me sacó ayer el tema de la unidad de España; antes de que me hagan subir y bajar andando por las escaleras, insto a la OMS a que tome cartas en el asunto, porque esto, más que un tema territorial o político, empieza a ser de salud. De salud mental. Ocurre, proclamo, que el tema catalán ha dejado de ser un problema para convertirse en un coñazo. ¿Se ha llegado a límite de la Constitución? Se ha llegado al hartazgo. Entérense todos.
Menos mal que nos queda Baroja. La cuenta atrás para las elecciones generales se me ha visto eclipsada por la que corresponde a la publicación la semana que viene del último libro de don Pío. La semana que viene, lo nuevo de Baroja. Cómo suena eso. Como cuando hace veinte años esperábamos para el disco de Sabina. Por lo pronto, mañana se cumplen años de la muerte del escritor vasco y lo mismo me acerco al cementerio civil y le hago una visita. Por comentar lo del cotarro catalán, mayormente. Y lo de la carne. Tengo mucho interés por saber lo que diría el maestro respecto a esa imagen de la burguesía catalana de la mano de los anarquistas… y con la butifarra en el punto de mira. Ay, los caprichos de la suerte…