A medida que el poder aprieta para imponer su dictadura, su sistema totalitario y liberticida, va empleando distintas campañas propagandísticas para que la masa obedezca.
Primero desataron el pánico con la plandemia. Después ofrecieron una falsa solución: inocular sustancias experimentales a las que llamaron vacunas. A continuación, chantajearon a quienes se negaron a meterse en el cuerpo esas inyecciones diseñadas por las farmacéuticas que nadie sabe qué llevan y que, sin proporcionar beneficio alguno -salvo el económico para ellos-, destrozan a corto, medio y largo plazo. Ahora estamos en la culpabilización de quienes ya no creen en las mentiras del poder.
Pretenden que te sientas culpable por hacer vida normal. Por salir a la calle. Por no admitir toques de queda. ¿Qué medida sanitaria es un toque de queda? Por no llevar un trapo en la boca. Al bozal ellos lo llaman mascarilla, y no es que no sirva para nada: es que es nocivo.
Han llegado al delirio de considerar culpables a quienes no creen en sus versiones oficiales. Inventan etiquetas insultantes como «negacionistas», cuando los negacionistas son ellos, que están negando la realidad de los datos y de las voces de los expertos de verdad, los que no andan pagados por el propio sistema.
Quieren que te sientas culpable por respirar. Quieren que los demás te consideren, y que tú mismo te consideres, un asesino por ser libre. Te llaman asesino ellos, los asesinos.
Ninguna de las medidas que están tomando posee un carácter sanitario. Todas van encaminadas a instaurar la esclavitud global. Para tener éxito, los poderosos necesitan que te sientas culpable, que te encadenes voluntariamente a sus grilletes, que te encierres tú solo en la cárcel de miedo, culpa y odio que te han preparado. Tú decides.