Con las lluvias de abril que hemos tenido por ahora y el sol de mayo que esperamos, a ver cuántas hojas verdes nos van saliendo. No somos olmos viejos, medio podridos y medio partidos por los rayos, pero casi. Mucha podredumbre hemos soportado, sí, sobre todo desde el 2020 para acá. Y antes, qué carajo. ¿O dónde dejamos lo de la estafa de 2008, lo del 2004, lo del euro…? Padecemos varios crímenes gruesos por año. Ha sido todo un espanto detrás de otro, si nos paramos a pensarlo. Al menos, en una de las caras de la moneda. Porque también hay reverso. Mientras las instituciones y los altos poderes se han ido dedicando a lo suyo, que es intentar esclavizarnos, no es menos cierto que por la otra parte ha habido vida, hojas verdes. Veredas polvorientas de la tarde. Lunas enlorquecidas que brillaban con el alma del carnívoro cuchillo. Nanas que durmieron a niños bajo las bombas. Otoños colmados de regalos y preguntas insistiendo en la arena. Y nieblas del estado más sereno y carne mortal y rosa y polvo enamorado. Poetas fingiendo que no escribían. Rosas florecidas sobre la cruz del tiempo y noches oscuras del alma que fueron a dar a la mar. Hojas de hierba y multitudes interiores y ciudades de necios y hormigas perfectas. Y la libertad de estar preso en alguien.
Mujeres que han dolido en todo el cuerpo. El amor como motor del sol y las estrellas. Princesas de galácticas auroras sobre los cielos de Cuenca. Golondrinas que supieron regresar guiadas por el azul de los océanos. Es decir, que a pesar de tanto todo, nada. Es decir, que a pesar de ellos, nosotros.
Digo todo esto porque acaba de ser el día de la poesía a nivel mundial o no sé cómo lo llaman. A mí no es que eso me moleste, ni mucho menos, pero sí que me parece un poco ridículo dedicar días concretos a cosas. El día del libro a medio leer, el de la mujer adjetivada, el extinto día del padre, el día del melocotón pelado de Calanda, el día del que inventó los días… El día de la poesía, que a lo mejor tendría que escribir con mayúsculas iniciales, pero no me sale, ves que todo el mundo es poeta, suelta versos, habla en octosílabo, rima el pan. Si les hace bien, qué problema puede haber.
¿Y tú no vas a escribir nada sobre el día de la poesía?, me pregunta mi amigo Paco, que todo lo pregunta. Para qué, Paco, si todas las jornadas poseen un toque de poesía, como todas nos traen una huida a ninguna parte, un asesinato inconcluso, una risa a medio hacer y un amor extraviado. ¿O es que nos parece poca poesía la de este lunes, el último de esta semana, urgiéndonos a vivir? No sé si nos van a brotar nuevas esperanzas tras las lluvias de marzo y abril y a la espera del sol. No sé si encarnaremos otro milagro de la primavera. Pero sí sé, maldita sea, que en gran medida esto ha ido siendo soportable por los poetas, por los versos leídos y escritos. Sin días. Qué sabrán en la UNESCO. Poesía desnuda, nuestra para siempre. O nosotros suyos.