Junio

Rompe junio en el calendario, y llega para sacar de nuestro interior al escolar que jamás dejaremos de ser e ilusionarlo con la promesa de un verano ocioso por delante. Es el mes del medio, junto a su hermano julio, la cúspide de la montaña del año, la coronación del tiempo, pues a partir de ahora todo será cuesta abajo e ir descontado días. Los atardeceres que más se estiran son los actuales. Se mete el sol en la jurisdicción de la noche y la deja en los huesos, en una expresión mínima, ya que también amanece tan pronto que apenas nos permite soñar. El alba se adelanta y sólo la aristocracia madrugadora tiene el privilegio de ver las calles a estrenar antes de que comience el baile de prisas y los vaivenes laborales hacia ningún sitio.

Junio es el examen final, la Selectividad, la cosecha de todo el curso. La camiseta de manga corta, preparar el bañador como uniforme, las tardes al fresco de la biblioteca leyendo a los Hollister y a Astérix, todo esto antes de que inventasen la bobada del refugio climático para intentar hacerte sentir culpable de la sucesión de las estaciones. Siempre que ha hecho calor hemos buscado la sombra, y cuando niños, ni el más desconfiado pudo sospechar que usarían el verano para justificar que te matasen a impuestos o que te cerraran el parque como símbolo del autoritarismo reinante. Junio es buscar el libraco de mil páginas o la saga interminable sabiendo que habría tiempo de sobra para dar cuenta de tanta lectura. Las madres ejercían su potestad sobre los armarios y juzgaban severas la pervivencia de los abrigos dignos de ser guardados para la temporada siguiente. Junio era la antesala de la felicidad de la vida eterna estival, y pronto comprendimos que en la inminencia de la alegría es donde reside la alegría misma. Antes de que la esclavitud se extendiese e instensificase, las familias urdían dónde pasar unas cuantas semanas, si en la playa o en el pueblo. Y los campos amarilleaban y el polvo tomaba los caminos y los ajos pedían ser recogidos.

Junio exhibe su nombre romano, latinizando el mundo, y obliga a Shakespeare a no descuidar los ensayos generales previos a la noche de San Juan. Es el mes en el que a las novias les salen más novios. Es cuando a mí me gusta preguntar qué vas a hacer en Nochevieja, una cuestión que cae como un absurdo y deja al descubierto la rueda de hámster a la que nos pretenden limitar.

En junio, las andanzas del niño por el río se confunden con las de la infancia de su padre, del que a lo mejor quedan huellas por las orillas. Junio quiere saber si ya hay melón y sandía. Quiere regalarte treinta monedas como treinta soles. No lo traiciones. No las malvendas. Ya no hay veranos ociosos por delante, pero nunca se sabe cuándo la primavera saldrá a hombros del almanaque.


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