Evohé

Evohé. Es el grito de las antiguas bacantes, aquellas señoras que adoraban al dios Baco. Inspirándose en ese vocablo que remite a lo gutural, a la celebración de la vida, hace veinte años que echó a rodar Ediciones Evohé, un delirio puesto en marcha por Javier Baonza y que, contra todo pronóstico, no sólo sobrevivió a su propio nacimiento, sino que ahora cumple dos décadas. Asistí al parto, tras una gestación de tres años, con el mismo asombro de todos los implicados. Y nos llegó un hijo deseado pero revestido con la incertidumbre de quien es criado por un grupo de progenitores solterones. Ahí la teníamos, una editorial alumbrada en tiempos en los que nacía el libro digital, el mundo online, caída en medio de una sociedad de la que se decía que no volvería a leer en papel. Por mi parte, recuerdo la publicación de El gato sobre la cacerola de leche hirviendo, Breverías, La última maravilla de Alicia, Alejandría, Formigal y el Celedonio de Platón o El fin de la crisis, novela que publicamos como un folletín diario, escrito cada capítulo antes de que amaneciera y con los mimbres de la actualidad del momento. Más de veinte mil descargas, creo recordar que alcanzó la cosa. Lo digo porque aún me sorprende.

En Evohé conocí a Sandra Delgado, artista que venía de Erasmus desde la Tierra Media de Tolkien. Y al poeta Miguel Martorell, que daba zarpazos en verso al raro siglo que comenzaba. Recuerdo a Ariodante, que se trajo a Madrid una playa valenciana para que nos bendijera la luz levantina. Y a Barto, a las órdenes de Leónidas. Y a Alberto, que era productor de televisión pero que no lo supo nunca. Y a Arturo, alto y con voz de político galdosiano.

Los miércoles celebrábamos una tertulia literaria por cafés de raigambre decimonónica, y sabrá Dios cuánto hablamos y cuánto bebimos en el local en el que Bécquer escribió algunas de sus Rimas, en el Café Gijón o sobre las mismas mesas en las que se explayó Espronceda.

Veinte años. ¿Que no son nada, tanguista? Pues nos ha dado tiempo a encanecer, aguantar varios apocalipsis y ejercer de padres. Y después de tanto, ya lejos de la treintena a la que nos acercábamos por aquel entonces, ahora que nuestro medio siglo se apresta a la confesión, como diría Ruano, nos volvemos a encontrar. Baonza y yo pasamos las tardes sobre los rescoldos de aquellas charlas y echamos leños nuevos a la conversación. Como si no hubiésemos conocido paréntesis, retomando el discurso. Y ahí surge la actual publicación de Sherlock Holmes y el misterio de las voces húngaras.

Javier Baonza y yo, junto a Antonio Blanco, el protagonista de esa novela, nos veremos a partir de la siete de esta tarde en el Barógrafo, en el número 10 de la calle Príncipe de Madrid. Bienvenido sea quien desee participar, venga de donde venga, a lo mejor desde 2005, cuando la editorial se empezó a gestar. Hablaremos de historia, de libros, de vivir leyendo. De Ediciones Evohé, con su vocación por el mundo clásico, por la novela que recrea el pasado. De sus premios literarios, que acumulan trece entregas. De su ágora, que es Hislibris, un lugar de encuentro. De sus dos décadas, que suponen veinte milagros consecutivos. Y brindaremos contigo al grito de ¡Evohé!


Publicado

en

por

Etiquetas: