La música con la que el flautista de Hamelin ejercía su magia hechizaba a los ratones y a los niños, no al propio flautista.
De igual modo funciona el discurso oficial de las instituciones del poder. El relato artificial con el que los que mandan someten a la sociedad atañe a los gobernados, no a los gobernantes.
Cuando hablan de apretarse el cinturón, de recortes, de austeridad… lo que quieren decir es que a los gobernados nos van a robar todavía un poco más. Ellos, sin embargo, siguen disfrutando de nuestro dinero a manos llenas.
Cuando hablan de cumplir normas, de mantenerse confinados (es decir, secuestrados) se refieren a la población, no a ellos mismos, que siguen yendo y viniendo, disfrutando de sus vidas de vacaciones de lujo pagadas por nosotros.
Cuando hablan de tomar conciencia, quieren decir que debemos programar nuestras ideas para hacerlas coincidir con la inmundicia mental que nos han preparado.
Hablan de igualdad cuando quieren decir sometimiento. Hablan de solidaridad cuando quieren decir esclavitud. Hablan de progreso cuando quieren decir miseria. Hablan de comunicación y de educación cuando quieren decir obediencia. Hablan de salud cuando quieren decir muerte.
Y hablan de democracia, que significa que el pueblo controla a sus gobernantes, cuando lo que hacen es lo contrario: controlarnos ellos a nosotros.
De modo, amigos, que podemos seguir bailando al son del flautista de Hamelin. Podemos seguir discutiendo acerca de quién preferimos que interprete la mentirosa melodía. Yo prefiero despertar. Que baile su puta madre.