Denunció Julio Anguita que Felipe González, por acción o por omisión, era culpable. Fue a mediados de los noventa, cuando el pozo ciego del gobierno felipista rezumaba corrupción y había que llamar al pocero para que sellara aquella sentina y abriese la siguiente. Claro que la corrupción de hace treinta años resulta infantil si la comparamos con lo que padecemos ahora. Pero ha de ser así, forzosamente, porque estamos ante un mismo fenómeno crecido en el tiempo. La corrupción actual es la de hace treinta años… sólo que treinta años más avanzada.
Qué fácil sería dejarse llevar por la deriva de estos días y acabar con una pancarta. Pero esperad, echémosle una pensada. Si la porquería moral y el robo a mansalva rodean a Pedro Sánchez, ¿no viene bien de nuevo la fórmula de Anguita? ¿No es Sánchez culpable, bien sea por acción, bien sea por omisión? Si por acción, porque él mismo ha participado en la trama. Si por omisión, porque es el responsable de todo. Si lo sabía, malo. Si no lo sabía, también.
Pero no. Vamos a ponerle un pie de página a Anguita. Sánchez no es culpable ni por acción ni por omisión. Es culpable por obediencia. Conviene que entendamos esto antes de que los amos del cortijo escenifiquen el cambio de guardia en Moncloa y hagan como que aquí no ha pasado nada, más que unos cuantos desmanes a corregir por parte de personas que se pasaron de la raya. Un político no roba por anomalía. Roba porque es su oficio. Así lo establecieron sus amos, sus jefes, los que mandan de verdad en todo esto. ¿Para qué le dan mando en plaza? Para que obedezca las órdenes que va a ir recibiendo y que están relacionadas con los intereses de esa gente que lo ha sentado en el sillón, y no con nosotros. De hecho, las acciones a emprender siempre son contra nosotros, contra nuestra libertad, nuestras haciendas, nuestra salud e incluso nuestras vidas. Desde esta perspectiva, un político no es culpable por robar, sino por político. Porque claro que roban. Poder saquearnos es el pago que ellos reciben por obedecer. Van a tener difícil sustituir a Sánchez, aunque lo hayan hecho aparecer maquillado como para su propio entierro.
Puede que muchos se escandalicen ahora porque le metiesen no sé cuántos votos falsos en la urna durante las primarias. Pero aprovechad el escándalo y comprended, a lo Matrix: no hay urnas. No hay contabilización de los votos. No hay democracia. No es posible, de hecho. Lo que hay es un teatro, un fingimiento, un péndulo que va de un lado a otro para mantener en estado de hipnosis al personal. Cuando caiga Sánchez, sea eso cuando sea, toda su red clientelar se deshará: familiares puestos a dedo, enchufados que cobran sueldazos sin capacitación para ocupar ni su propio espacio, políticos dedicados a ejecutar las órdenes del capo, periodistas en nómina repetidores de las bazofias pseudointelectuales que reciben constantemente como único pensamiento… Pero Sánchez no habrá sido una anomalía del sistema, sino un fruto del mismo. Y en cuanto salga por la puerta, camino a la cárcel, al paraíso fiscal o al olvido, en ese mismo momento, la corrupción será perpetuada por el siguiente empleado del poder. Sabremos que al 78 lo jubilan y se ponen con la siguiente mentira cuando veamos a PSOE y PP gobernar en común, bien sea por acción, bien sea por omisión. Y no creo que tarden en pasar a esa fase final del juego.