Dictadura

Me llama un amigo para decirme que cree que nos gobierna una dictadura que ya casi no necesita seguir haciéndose pasar por lo que hasta hace poco llamaban democracia.

Me dice que ha quedado claro que no existe nada de lo que siempre nos contaron acerca de la separación de Poderes, de la soberanía del pueblo y de las libertades.

La masa, asustada por las informaciones tendenciosas que el poder vierte a través de sus medios de comunicación, ha olvidado cualquier deseo de libertad. La masa ha entregado su vida por miedo a un poder que ya no necesita disimular su naturaleza monstruosa.

Según mi amigo, los verdaderos culpables no son los psicópatas que gobiernan el sistema, sino la gente que se ha dejado pisotear. Porque ningún esclavo lo es sin antes haber asumido la esclavitud. En realidad, siempre han sido siervos, peleles, seres sin voluntad ni aprecio por su libertad.

Tenemos lo que merecen, me comenta este amigo.

¿Y qué hacemos?, le pregunto.

¿Qué vamos a hacer? Lo que hemos hecho siempre, me contesta: mantener la dignidad, aunque estemos asistiendo al fin. Desobedecer al tirano, cuidarse de la masa culpable, colaboracionista, fanática, ignorante y delatora, y sobrevivir.

No sé. Cada minuto que pasa creo que mi amigo tiene toda la razón.


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