Cortafuegos

De vez en cuando meten a uno en la cárcel, sí. Puede que a dos. Cuando llegaba el ocaso del tiempo de Felipe González, enchironaron a Barrionuevo y a Vera, y el jefe fue a la puerta de la cárcel a despedirlos, como una novia que dice adiós en el andén antes de que zarpe el ferrocarril. Ahora han encerrado a otro pez gordo, aunque en el partido se ha dado la orden de decir que no saben quién es, que no tiene nada que ver con la organización. La diferencia con el tiempo de Felipe es que en los noventa aún no habíamos llegado a este punto de deterioro que propicia que unos tíos tengan el rostro de salir sonrientes farfullando que no conocen a su compañero de banda. Rajoy no quería pronunciar el apellido Bárcenas y aludía a él como ese señor. Ahora han ido más allá: no tiene nada que ver con nosotros, dijo Montero. Con un par.

Pero no nos quedemos en lo anecdótico. Pelemos la cebolla y lleguemos a sus capas interiores. Claro que de vez en cuando meten a uno en la cárcel. ¿No enjaularon a Rodrigo Rato, que había ocupado altos cargos incluso en instituciones supranacionales como el FMI? Son cortafuegos. Meter a uno entre rejas, dejarlo caer, supone un mecanismo de defensa del sistema, que intenta que no se le desmonte el chiringuito entero. Santos Cerdán irá o no mucho tiempo al trullo, depende del guionista que se ponga a desarrollar esta parte de la trama, pero en todo caso, sólo supondrá un intento de detener las llamas de la opinión pública. Sacrificamos a un peón para que el resto siga a lo suyo.

Anoche, en la tertulia de ahí abajo, antes de ponernos con Sócrates, Plotino y Marx, despachamos esto de la corrupción política, valga la redundancia, en un rato. ¿Pero Ábalos va a ir a la cárcel?, preguntó uno. Y otro le contestó: depende de la alarma social. Y por ahí va la cosa, me parece. Ellos van soltando lastre, fingiendo que destronan e incluso destronando a cuantos sean necesarios con el objetivo de que prosiga el negocio. ¿Que la gente se da cuenta de que les estamos robando demasiado? Te toca, Cerdán. ¿Que la institución queda desacreditada? A por Urdangarín. ¿Que el incendio no se sofoca y ya no podemos hacer nada para continuar con el rollo? Reseteamos, echamos a un rey fuera y fingimos que cambiamos el régimen. ¿Cuántos Borbones han acabado sus días en España plácidamente desde el siglo XVIII, exceptuando a Alfonso XII, que se les murió antes de tiempo?

Ahora harán lo mismo. Derribarán a uno, a dos, a diez, al Gobierno, a Sánchez, a Zapatero, al Congreso y al Senado enteros, incluyendo a los bedeles si hace falta, a las altas instituciones coronadas del país, a quien sea, siempre y cuando puedan reiniciar Matrix, cambiarle el nombre a esto y que olvidemos que la granja en la que nos han metido posee una verja electrificada.

El problema para la continuidad de esta farsa parasitaria es que cada vez somos más en la linde de la ganadería, y sin ningunas ganas de darnos la vuelta para seguir siendo ordeñados o lo que sea que hagan con nosotros. En ciertos casos, suelen mandarnos una guerra, otro de sus mecanismos de control. ¿Hasta dónde van a tener que reiniciar para que obviemos que la corrupción no es una causa, sino una consecuencia? La consecuencia de que esto no nos pertenece, de que la esclavitud jamás se abolió, de que tan sólo se le dio una mano de pintura para que pareciese libertad. Estamos deseando ir a las urnas. Pero no para introducir nada en ellas. ¿Cuánto habrán robado a esta hora, con lo temprano que es? ¿Todo?


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