Baroja, Alcántara, Garci

Después de los temporales se quedan las calles y los parques como la carne tras las inflamaciones: palpitan de realidad, de frío, de resaca. Por una de esas calles abatidas, quizá bajo el sol de la costa rehaciendo escaparates, Manuel Alcántara bajará a comprar la nueva novela de Pío Baroja. Dice Alcántara al respecto que los amigos nunca le han fallado. Una vez fui al despacho de José Luis Garci, acompañando a una compañera que iba a entrevistarlo. El cineasta se sorprendió de que gente que no era de su generación hablásemos con naturalidad del boxeo, de John Ford y hasta de él mismo. Pero sobre todo, de Alcántara. Cuento esto porque cuando el periodista malagueño habla de Baroja uno siente lo mismo: complicidad.

Cierta vez, hace tantos años que no había internet, me afanaba buscando unos libros de Baroja que no encontraba por ninguna parte. Había preguntado por ellos sin éxito en librerías de Madrid, Barcelona, Córdoba, Málaga, Valencia, Sevilla, Toledo… Y al fin, en la tienda de un librero de Salamanca, di con ellos. En la edición de Caro Raggio, con sus preciosas portadas. Con ese tacto que a mí me hablaba de lecturas en la cama y de olor a un papel como recién cocinado. ¿Aquellas alegrías son recuperables? Le dije al vendedor, inocente y pedante de mí, algo así como: «Claro, es difícil encontrar a Baroja. Se lee poco». Y el tipo, sorprendido, me espetó: «¿Poco? Pero hombre, si Baroja es lo que más se vende». Eso pasó a mediados de los noventa. Y desde entonces supe qué poca relación hay entre los grandes titulares y las vidas normales. Entre las selecciones de los departamentos culturales y los gustos de la gente. Entre la opinión publicada y la opinión pública. «Lo que pasa -apostilló el librero salmantino- es que los que leemos a Baroja no nos juntamos a hacer ruido en una plaza. Pero somos mayoría». Me resulta simpático imaginar a una multitud de barojianos en una explanada, todos con nuestros ejemplares de La Busca o de Camino de perfección. ¿Conformaríamos un lobby de mucho cuidado? ¿Quién se disputaría nuestro escéptico y asqueado voto masivo? Por lo pronto, Manuel Alcántara sale a comprar la última novela de Baroja, Los caprichos de la suerte. Y detrás, nosotros. Si hasta puede que nos encontremos con Garci en la librería.


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