Atención

Entramos al teatro, anunciado a bombo y platillo en la cartelería exterior. Fuera, hemos dejado en el guardarropa nuestro abrigo, dentro del cual dormita la cartera, supuestamente a salvo de tentaciones ajenas. Nos sentamos en la butaca, admiramos el ambiente, la decoración de la sala y nos recreamos en la inminencia del espectáculo durante los instantes previos a que se alce el telón.

Y por fin empieza la función. El escenario es tomado por una serie de personajes ataviados con trajes de distintas tonalidades, cada uno de un solo color diferente, y en enseguida da comienzo el desarrollo de la obra, en la que abundan duros enfrentamientos cruzados, encontronazos, palabras altisonantes y mucho lío. La trama se acelera, trepidante, mientras se suceden las acciones y una serie de elementos de artificio escenográfico aderezan el conjunto.

Entre el público cunde el entusiasmo y va tomando forma el posicionamiento a favor y en contra de unos y otros. Los vecinos de butaca comienzan a discutir, fervorosamente partidarios de ciertos personajes y contrarios al resto. En un palco la cosa sube de tono y llegan a las manos. Nadie los separa, y las peleas, como fuegos propagados, se encienden en distintos puntos de la estancia sin que nadie venga a poner orden. La obra continúa y se escuchan músicas grandilocuentes que contribuyen a exaltar aún más los ánimos.

¿Usted con quién va?, me pregunta mi vecino de butaca. ¿Con el que viste de rojo y lleva un clavel en el pecho, o con el de morado que tanto grita? ¿Acaso con el de verde? ¿O con el de azul, que también porta un clavel disimulado?

Pues mire usted, amigo, le respondo, yo no voy con nadie. Ha de saber que esta obra teatral no tiene más fin que el de mantenernos aquí, distraídos, entretenidos, enfrentados y desatentos a nuestros abrigos, que se quedaron en el guardarropa.

El tipo me mira asombrado, sin dar crédito.

Sí, insisto, esta obra de teatro es una estrategia para captar nuestra atención y el objetivo fundamental es el de robarnos la cartera, que dejamos ahí fuera de un modo irresponsable.

No me responde, no reacciona.

Esos señores que están sobre el escenario son actores, e interpretan un papel que otro les ha escrito. Se limitan a cumplir con su cometido.

Pero, pero… farfulla mi vecino… La obra se llama Democracia.

Sí, la han titulado así. ¿Y?

Pues que… Y ahora dirige rápidos vistazos al escenario mientras prosigue su intento de comprender, asimilar y responderme.

Ya pero… ¿con quién va? Con alguien tendrá que ir usted… No son todos iguales, ¿no?

Me levanto y salgo de la sala. Atrás la pelea se vuelve generalizada, multitudinaria. Se producen las primeras muertes. Me paso por el guardarropa, recojo mi abrigo y salgo del teatro. Por supuesto, con la cartera vacía.


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