Alertados

Existe un tipo de persona que es la alertada. La que va paseando con cuidado de no activar una mina. La que se sabe en territorio enemigo y camina con cautela animal. Yo mismo, qué carajo, soy consciente de que, conforme se reparte el porcentaje de maldad e imbecilidad, es prácticamente imposible que transcurra un día sin que me tope con algunos representantes de estas dos magnas instituciones, el mal y la idiotez.

Pero la alerta también se te puede ir de las manos, y cuando eso ocurre, cuando el alertismo te posee, te conviertes en uno de esos a quienes denomino alertados. He conocido a muchos. De niño. En la universidad. En los trabajos. Y ahora, en las redes sociales, donde abundan. Se trata de individuos que necesitan un miedo que los justifique. Para ellos, si no ocurre nada, es porque estamos en la antesala de algo tremendo, como si la tranquilidad barruntase un desastre mayúsculo. En los últimos tiempos, se repite con llamativa insistencia ese mensaje: «¿No notáis, como yo, que está a punto de pasar algo muy gordo?». Y que lo dijera un tipo aislado, bueno, pero cuando lo andan clamando tantos y con palabras tan similares a mí me saltan mis propias alarmas. Porque eso suele indicar que, o bien el mensaje pertenece a una campaña orquestada, con actores pagados para que reproduzcan eslóganes recibidos, o bien tenemos enfrente un fenómeno social de gregarismo. Quizá esto último es muy lógico. Vivimos en una sociedad castigada por los criminales que se hallan al mando, arriba del todo, y sabemos que el miedo es empleado como el calor que calienta el barro para modelarlo. Y el miedo, a algunos, los engancha más que el tabaco, el Atleti o la oreja a la plancha. Así, los alertados serían personas necesitadas de su ración de miedo; y si no la hay, se la inventan, temiendo un acontecimiento adverso cercano.

Evidentemente, si andamos siempre anunciando un desastre, algún día acertaremos. Máxime, en tiempos de locura desatada, con la sociedad deshecha y Occidente cayéndose a pedazos por la demolición controlada de los que mandan. Desde 2008 a esta parte hemos vivido una estafa económica de dimensiones colosales, una invasión continuada de Europa con vistas a dinamitar lo ocupado, un empobrecimiento general, la psicosis colectiva 2020, escenificada por quienes a continuación pretendieron que dejarte envenenar era la solución, una destrucción obscena de lo rural, varias guerras con innumerables muertos cobrados por quienes juegan al Risk con el mundo, cielos ponzoñosos casi a diario, y hasta un apagado nacional, buena metáfora del apagado moral –y de éste no ha vuelto la luz, por cierto–.

Lo que quiero decir es que el alertado siempre poseerá motivos para justificar que estaba en lo cierto. Pero no porque posea clarividencia, sino porque vivimos en una tortura constante practicada por quienes organizan esto. ¿A punto de ocurrir algo catastrófico? ¿Y cuándo no? Dice Bukowski que a él los fines del mundo no le preocupan demasiado, porque ha vivido muchos cada noche y luego siempre le amanece. Los alertados resultan útiles a quienes mandan, porque propagan el pánico que tan útil les es a estos amos de la granja. Les viene peor, en cambio, que tranquilamente los señalemos como lo que son. Gobiernan criminales y lo hacen mediante la imbecilidad y el miedo. Así, sin gritos, sin alertismos. ¿Verdad que es fácil?


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