Al fresco

Una de las imágenes de la semana es la de seis de nuestras abuelas o madres sentadas en la puerta de la casa de una de ellas, con sus sillas, al fresco. Llevan ahí toda la vida, apurando las horas del día, montando su tertulia de mujeres que se cuentan las cosas de la jornada, de sus hogares, del barrio, de su juventud, que les sigue regalando risas y alegrías, por lejana que quede. Se meten en la noche de verano y alargan el senado matriarcal mientras los demás van cayendo, con los señores yéndose a la cama en compañía del transistor, los nietos cenados y los hijos Dios sabe dónde.

Son peligrosas. Cuidado con ellas. La Policía Local de Santa Fe, en Granada, ha movilizado sus recursos propagandísticos en las redes sociales para recordarles a estas abuelitas fuera de la ley y el orden que la vía pública está regulada. Así lo dicen, regulada. Y las conminan a batirse en retirada hacia el interior de sus viviendas “con civismo y sentido común por respeto y convivencia”. Con un par.

Ya nos quedamos más tranquilos, sabiendo que el pastizal que nos roban en impuestos se está empleando, como siempre, en cuestiones de vital importancia de cara al bienestar. En un país deshecho, donde la delincuencia de los de arriba fomenta según cálculo la de los de abajo, todo diseñado por ellos, la gente que cobra por velar supuestamente por la seguridad se echa al monte para meter en cintura a estas abuelas, delincuentes en potencia.

De este modo, el “caballero, caballero, su mascarilla” podría haber evolucionado a “señora, señora, su silla en la calle”. Grandes hazañas policiales, valerosas en una lucha incansable contra el crimen que nos asola. Así da gusto, así paga uno de otra manera ese ochenta por ciento de lo generado al ir a trabajar. Así la esclavitud se hace más llevadera.

El descrédito de las instituciones no puede ser mayor, en resumen. La indignación de esta semana contra este mensaje oficial se ha dejado notar sólo porque el ridículo que han hecho supera lo mayúsculo, amén de lo chocante que resulta respecto la situación que vivimos. No hay marcha atrás para la imagen de estos organismos porque ha caído el telón y se ha visto con claridad. Todo está podrido, desde el principio, todo está en manos de ineptos, colocados ahí por los de arriba para que, merced a su mentalidad desconectada de la inteligencia, revienten esto. La maldad gobierna el mundo mediante la imbecilidad. El caso de Santa Fe no es más que el último, meritorio, eso sí, por el alcance del absurdo alcanzado. Se mezclan en esa advertencia policial la altanería, lo bufonesco, lo estrambótico y lo grotesco. Pero nada nuevo hay bajo el sol. Nada que no supiésemos ya. Qué vergüenza ha de provocar esto en los policías que, a título individual, mantengan la cordura y la decencia. Pues la misma que siente un médico, un profesor o un periodista que no se haya dejado arrebatar el alma y el seso por la devastación moral de sus respectivos ámbitos. Los guardianes del universo, en cruzada contra las abuelas al fresco. Menudo filón para la Marvel, si no sabe cómo seguir con lo suyo. Luego dicen que decimos… Pero qué cuadrilla. Qué panorama.


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