Oliver Twist

Los números se obcecan: un nuevo estudio europeo dibuja a España como una gran factoría de pobreza. 13,6 millones de personas pobres, de los cuales más de tres se encuentran en una situación extrema. Son 800.000 más que el año anterior. Intuimos que se trata de gentes que no se quieren enterar de la recuperación de los grandes números. ¿Podríamos estar peor? Si sigue la inercia, no hay más que esperar otro año, desde luego. Ojalá no.

La crisis ha pasado. En efecto: esto es lo que ha dejado tras ella. Después de la gran tormenta, lo que nos ha quedado es una gran inundación. Y mientras el barro llega hasta los techos de las casas de la gente, nos van diciendo que lo importante es mirar hacia el cielo, porque si nos fijamos bien veremos cierto arco iris.

El futuro no está escrito. Pero si queremos que esto cambie, desde luego habrá que dejarse de meteorologías y ponerse a limpiar el barro -la pobreza- y establecer diques de seguridad para que no vuelvan las inundaciones cuando regresen las lluvias.

No se perciben salidas desde la política. Las urnas cada día se revelan más como un reparto de los papeles que como un cambio de obra. Quizá es que las elecciones fueron siempre eso: decidir quién hará de Hamlet y quién de Shylock. Pero siempre, Shakespeare.

Parece que es desde la tecnología, la técnica, la ciencia o la medicina desde donde se nos ofrecen esperanzas, grandes esperanzas. Nos aferramos a ellas para intentar creer que no estamos a puertas de revivir Oliver Twist. Esos millones de personas inmersos en la pobreza, aquí, en España, ya sólo esperan algo: que vuelva Dickens.


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