Medios de… ¿comunicación?

Después del artículo de ayer (Ni unos ni otros), no menos de treinta personas me han escrito o me han llamado para decirme que están totalmente de acuerdo con la tesis expresada, que viene a decir que sentimos a la clase política como un colectivo ajeno a nosotros. La sensación generalizada parece ser la de que los políticos suponen un problema, y no una solución. Constato además el deseo común de que nos dejen en paz. No lo harán, por supuesto: viven de nuestros impuestos y están colocados ahí para controlarnos.

Pero no quiero repetir lo que ya dije ayer. Hoy me ocupo de una cuestión ligada a ésta, pero que da un paso más: detectar que los medios de comunicación son portavoces al servicio de ese estamento que se encuentra al mando. Mis estudios universitarios consistieron en conseguir el título de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información. Desde entonces, hace más de veinte años, he trabajado en radio, televisión, prensa escrita, medios en internet… De modo que, a pesar de mi visión crítica respecto a la estructura de estas empresas, hablo conociendo cómo es el asunto por dentro, más allá de lo que vemos en las pantallas, escuchamos en radio o podcast o leemos en los periódicos, digitales o en papel.

Se ha establecido como una verdad absoluta el que los medios de comunicación son el cuarto poder. Así se los conoce. Se llenan la boca algunos trabajadores en los medios, también ciertos elementos de la Universidad, cuando hablan de que «constituimos el Cuarto Poder». Lo pronuncian en mayúscula. Creo que lo hacen porque disfrutan imaginándose investidos de la capacidad de ejercer influencia. Pero considero que no existe razón alguna para enorgullecerse. Según mi visión, los medios de comunicación no constituyen cuarto poder alguno: son un brazo más -el cuarto, el quinto, el que sea- del poder, que sólo es uno. No existen distintos poderes ejerciendo entre sí una labor de contrapeso o pugna. Es lo que nos han contado, pero es que nos han contado cada cosa…

Los medios son un instrumento más y tienen como tarea la de contribuir al control de la sociedad, trabajan para ello; y no es que estén vendidos: es que nacen ya como una herramienta con un fin concreto. Luego no es que un determinado periódico o cadena de televisión sucumba ante el llamado del gobierno de turno: es que surgen en origen con la misión de servir a quien manda. Sea éste el gobierno o alguien que se encuentra por encima.

La semana pasada se habló mucho de una subvención de quince millones de euros por parte del Gobierno de España a las empresas Mediaset y Atresmedia. Y muchos han puesto el grito en el cielo y han afirmado que con ese dinero Pedro Sánchez estaba comprando los favores de Antena 3, Telecinco y demás cadenas propiedad de estas firmas. No hay compra; en todo caso, si es cierto que ese dinero público se les ha regalado, ha constituido una dádiva entre miembros del mismo clan. Mediaset y Atresmedia no necesitan ser compradas porque, según el punto de vista que defiendo desde el principio de este escrito, ya son parte del sistema de poder establecido. Como mucho, hablamos de un favor entre amigos, entre trabajadores del mismo ramo, y no de una compra.

Como consecuencia, pensemos que en cuanto reciban la orden oportuna, los medios de comunicación iniciarán la labor de erosión y derribo del gobierno. Ha ocurrido, sigue ocurriendo y ocurrirá mientras la estructura de poder sea la que es. Ni quince millones de euros ni quince mil cambiarán ese modo de funcionar.

Considero entonces que no es propio hablar de medios de comunicación; más bien, yo los nombraría con la etiqueta de «medios de transmisión». Transmiten ideas, concepciones del mundo, visiones de la realidad… siempre desde arriba hacia abajo, siguiendo un modelo comunicativo que no tiene como finalidad hacer que los ciudadanos se comuniquen entre sí ni que sean informados de nada por parte de quien ha obtenido los datos. Los medios han sido creados como una ventana a través de la cual mostrarnos el mundo. Los que sólo miran por esa ventana estrechan su visión, la limitan a un campo muy acotado y acaban por concebir la realidad según el diseño de quienes mandan. Y es una visión pobre y que lo deforma todo. Y algo más: tiene como encargo fundamental el mantener a la gente asustada. ¿No habéis notado que cuanto más os exponéis a los medios más negro lo veis todo?

Aclaro algo, y es que estos procedimientos se llevan a cabo a pesar de la buena intención de un porcentaje considerable de las personas que trabajan en las llamadas empresas de comunicación. La mayoría de esta gente está a otra cosa, y bastante tarea tiene con cumplir con un trabajo concreto, casi siempre ingrato, o con dedicarse a medrar en el ecosistema de las jerarquías de las entidades que les pagan las nóminas. Hace mucho que tengo constatado que este tipo de reflexiones que hoy hago son percibidas con mayor claridad por personas de fuera de los medios que por los que los integran.

Dicho esto, finalizo diciendo que afortunadamente la vida resulta inabarcable. Que se desborda. Que no pueden controlarla del todo. Y también que es difícil hallar algo absoluto que no ofrezca excepciones.  Al menos hasta el día de hoy. Sí, ya sé, la educación es otro pilar fundamental de este tinglado. Y la ficción, ojo a ella, tan de moda. Pero de eso ya hablaremos otro día, ¿no os parece? Yo simplemente doy mi opinión, y sé de entrada que se encuentra alejada o en disonancia respecto a lo que se suele admitir como válido. Por ahora.


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