Los expertos

Ojalá el desastre del coronavirus conlleve al menos algún efecto secundario benéfico y asistamos al final de la dinastía de los expertos. Me refiero a esos escogidos que de todo hablan, pontificando, dando indicaciones, sentando cátedra. Decía David Gistau que los tertulianos se levantan con más ganas de opinar que de mear. Pues eso.

Ayer escribía sobre los medios de comunicación, y es que han sido en ellos donde esta especie encontró un ecosistema propicio para propagarse. Programas generalistas, algunos con una supuesta intención didáctica, pero sobre todo divulgativa, son los que han dado acomodo a ese ejército de individuos que tanto sabían de nada.

Los habréis visto opinando de política internacional, de sanidad, de educación, de literatura, de cine, de ordenamiento jurídico, de fútbol, del Carnaval de Cádiz… Cualquiera valía para cualquier tema.

En gran medida, los argumentos defendidos por esta gente ya vienen predeterminados por un guión en el que se han adelantado numerosas indicaciones. Existen supuestos careos donde simplemente se finge estar en desacuerdo a partir de líneas de debate que otras personas han pergeñado en la sombra de la redacción. Se ha llegado a dar el caso de expertos adueñándose en directo de uno de esos argumentos que iba destinado a otro compañero, como si se le acabase de ocurrir una gran idea ahí, sobre la marcha. La imagen que siempre me surge es la de aquel juego infantil del tragabolas, ¿lo recordáis?

Los expertos moralizan, se suben a la atalaya y llegan a olvidar que su trabajo consiste en una escenificación, de modo que muchos de ellos han acabado creyéndose el papel, pensando que en efecto saben de lo que hablan. Expertos pensando en serio que son expertos.

Frente a ellos, ojalá empiecen a surgir los que saben de verdad. Gente sensata que ha dedicado años de estudio a temas concretos. Y los sabios, esa rara avis que consiste en tener la habilidad conectar distintos saberes.

Una de mis ilusas esperanzas consiste en creer que una mayoría suficiente de personas va a empezar a rechazar estos falsos magisterios. Ojalá por una vez la esperanza se llegue a materializar. Se extinguiría así esta estirpe de entendidos: los que llevan años repitiendo las consignas que les llegan desde el poder, los que se rieron de quienes advirtieron de la pandemia había comenzado -le ha pasado a Iker Jiménez, que ha tenido que soportar que los ignorantes desprecien a quienes sí tienen conocimiento-, los que miraron hacia otro lado -hacia los cheques que seguían y siguen recibiendo-, los que exhibían su vacío mental.

Ayer se cumplieron 28 años de la muerte de Isaac Asimov, y recordando al viejo maestro alguien rescataba una frase suya: «Las personas que piensan que lo saben todo son una gran molestia para quienes los sabemos todo». Que vuelva Asimov, aunque sea para un rato.


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