La sonrisa de Sánchez

A Pedro Sánchez se le nota la sonrisa por debajo de la mascarilla. Me lo dicen los del bar, que están siempre muy atentos a los detalles.

Sánchez suspira satisfecho y se echa hacia atrás, acomodado en el escaño azul, ese sillón en el que se evidencia la mezcla existente entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo.

Podemos se lanza contra VOX. VOX, contra Podemos y contra todos los socios del Gobierno, desde los independentistas catalanes hasta los canarios, el turolense o los de Bildu, ETA, batasunos o como se llamen ahora.

El éxtasis presidencial llega cuando salta a la arena Casado y ejerce de líder de la oposición… contra Abascal. Ni en los mejores sueños sanchistas.

A Sánchez, hasta ahora, le ha interesado la existencia de VOX para partir al rival electoral. Quizá a partir de ahora empiece a interesarle la persistencia del PP, por las mismas causas.

¿Estamos ante una escenificación? ¿Ante un Congreso que simula un debate político en vez de ocuparse de los problemas reales de la calle?

Salen los diputados a fumar durante el recreo, sin distancia de seguridad ni mascarillas. Las normas, ya saben, son para nosotros, dice alguien en el bar. ¿Acaso son normas que no tienen nada que ver con lo sanitario? ¿Mera imposición social?

En todo caso, Sánchez transita cómodo sobre un puente hecho con los cadáveres de sus enemigos. Se matan entre ellos. Y él sigue su camino, cada jornada, de vuelta al espejo mágico de la Moncloa. El mismo que le devuelve su reflejo vestido de emperador. Aunque esté desnudo.


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