Entrevista con el vampiro

Ahora que la revista Playboy anuncia que va a dejar de sacar desnudos en portada, va el ministro Cristóbal Montoro y se desnuda metafóricamente en El Mundo, en una entrevista de la que supongo que a Jorge Bustos, el periodista, todavía lo están recuperando en la sala de reanimación. Bustos ha pedido dos transfusiones de gintonic, porque ha visto de cerca al hombre, ha hablado cara a cara con él, ha conocido los susurros de los espejos.

La silueta de Montoro sobre una pared es la de Nosferatu. Que viene él. Él. El que conoce nuestras haciendas. El que cobra los impuestos. El que habita en el castillo al que acudimos a hacer las declaraciones de la renta, el pago del IVA, las cuentas del alma… El ministro afila sus colmillos y tiemblan las carteras, prestas a desangrarse.

Pero a pesar de la estética vampírica, Montoro se cree Van Helsing. Se ve a sí mismo como el antídoto a la crisis, a la intervención y al abismo. Y reivindica el estacazo en el corazón que le lleva dando al desastre de las cuentas durante toda la legislatura. Es llamativo que en una cartera tan técnica como la de Hacienda el ministro tenga un perfil político de tamaña talla. Porque las dentelladas que ha soltado Montoro en la entrevista que hoy está estremeciendo a todos son sin duda al cuello. Desde Alfonso Guerra, no se recordaban mordiscos tan bien tirados. Y han sido dirigidos esencialmente al cuello de los amigos, en una reacción propia de gente harta. Cristóbal está cansado de no poder comer ajos. Y le dice a Aznar que se meta en lo suyo, que no moleste. Y a Margallo, que es rehén de su arrogancia intelectual. Y a Rato, que cómo es que alguien con su renta puede usar una tarjeta black para ahorrarse unos miles de euros. Y al inventor del eslogan «economía con alma» que eso es una tontería. Y a los suyos, en general, que no entiende que se avergüencen de ser del PP.

Muchos lo perciben como a Nosferatu; otros, como a Chiquito de la Calzada en Brácula o a Polanski en el Baile de los vampiros. Hay incluso quien cree que Cristóbal Montoro, en realidad, vive su Crepúsculo. Pero él pretende ser el atrayente Drácula de Coppola que sostiene que el amor nunca muere. Y a mí el que me preocupa es Jorge Bustos, el periodista, que se metió en el ministerio de Hacienda con su bloc de notas y, bueno, cuando le cerraron las puertas aquello se convirtió en Abierto hasta el amanecer. En fin, que a Montoro le va a pasar como a Christopher Lee: tarde o temprano le sucederán en el papel, sí; pero admitámoslo: como él, ninguno.


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