El gatopardo

En la universidad nos mandaron leer El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Yo siempre tuve mucho rechazo a la lectura obligada, incluso antes de conocer el juicio de Borges que decía que hablar de literatura obligatoria era tan absurdo y contraproducente como hacerlo de sexo obligatorio. A veces, podría poner muchos ejemplos, los libros sólo me empezaban a gustar al año siguiente, cuando ya no tenía que examinarme de sus contenidos y los releía a mi antojo, esta vez con gusto. No fue el caso de El gatopardo. No hizo falta esperar: desde la primera lectura, caí dentro de las páginas y me quedé perdido en el laberinto de habitaciones por el que deambularon los amantes.

Pero si recordamos esta novela italiana es por la máxima que se ha repetido hasta la saciedad y que parece que sigue marcando la pauta de las regeneraciones burguesas; algo así como: «Hay que cambiarlo todo para que nada cambie».

¿Es que eso es lo que va a ocurrir a finales de diciembre? Por lo que tenemos visto, estas puestas a punto o actualizaciones del sistema se producen cuando existe el riesgo de que los fundamentos varíen. Precisamente, como dice Lampedusa, para evitar que nada cambie. ¿Es lo que se teme ahora por parte de quien corresponda? Puede ser. Y de hecho, es probable que desde hace un par de años estemos asistiendo ya a esta adaptación de las cosas para no dejar de ser las mismas. Yo enmarco en esa estrategia general la aparición de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, del mismo modo que entiendo que eso es lo que ocurrió con la creación de la UCD, con la instrumentalización del viejo PSOE a partir de la década de los 70 o con el PCE de Carrillo. Pero entonces, ¿qué queda fuera del sistema? Como fuera del Universo, nada. ¿Todo es Matrix? De ser cierta esta lectura, sobrepasaría el escenario español. Y también el europeo. Por tanto, supongo que la única pregunta, la que de verdad responde al resto de cuestiones, es: ¿quién manda aquí?

Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Pues eso. Como dice nuestro amado Holmes: «Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad».


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