El caballo de Abascal

Santiago Abascal ha entrado a caballo en el Congreso de los Diputados. De manera metafórica, claro está. Pero lo ha hecho.

En el bar se comenta -guardando la distancia de seguridad, como es lógico-, que parece haber lanzado su proclama a lomos de un cuadrúpedo, listo para cargar contra todo el frente zurdo.

Sabemos que no es cierto que en 1874 el general Manuel Pavía entrara en el Congreso a caballo para acabar con la I República. Pero la imagen y la expresión quedaron fijadas en el imaginario colectivo, y de ahí su poder de evocación.

Aún así, diremos que el caballo sobre el que ha irrumpido Abascal en la moción de censura se parece más a alguno de los corceles que cita el Apocalipsis de San Juan, en la Biblia.

Porque Abascal ha entrado al paso sobre la cabalgadura de la peste, que mantiene bloqueada la sanidad en España, y sobre la cabalgadura del hambre, que ya asoma como consecuencia de las decisiones políticas de los últimos meses.

En el bar, algunos lo tienen claro: dicen que Abascal no está hablando a los congresistas. Ni a Iglesias, al que ha zarandeado retratándolo como un imberbe y compulsivo consumidor de series de ficción.

Abascal no se dirige a Pedro Sánchez, al que algunos intuyen sonriente y satisfecho bajo la mascarilla que nos ha impuesto a los demás. A fin de cuentas, Sánchez sigue siendo el que manda, el que tiene las riendas del Gobierno. El capataz de la hacienda.

Abascal tampoco se dirige al Partido Popular de Pablo Casado, que no sabemos si después de esto se dejará crecer aún más la barba en busca de un aspecto de profeta. ¿Es cierto eso que se rumorea de que mantiene en inactividad a la oposición porque le han sugerido que, si obedece y se queda quieto, los poderes fácticos acabarán nombrándolo presidente?

En el bar algunos lo tienen claro: Abascal está hablando a los votantes. Porque sabe que se puede perder la moción y ganarse a la calle. Sabe que VOX puede recoger el voto de los descontentos, más allá de los bloqueos mediáticos.

Si Abascal logra ser visto como el voto de castigo a todo el sistema, habrá que admitir la posibilidad de que tarde o temprano entre en el Congreso, sí, pero a lomos del caballo de Santiago.

En el bar, después de todas estas elucubraciones, algunos insisten en una última ronda y en guardar la distancia de seguridad. Respecto a la tele, quiero decir.


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