Alarmaos

Lo importante es no alarmarse. El miedo mata más que cualquier otra cosa. Hay que evitar que la población sienta esto como una amenaza. Debemos procurar que la vida continúe con normalidad.

¿Recordáis este tipo de mensajes? Son los que se lanzaron hasta hace menos de un mes desde las altas esferas. Cuando pasa algo que puede hacer que se tambaleen las estructuras, a quien está ocupando un cargo lo que le interesa es que la circunstancia no haga que la gente se alarme. Que no cunda el miedo; no ya el pánico, sino el simple miedo.

Pero José Saramago ya nos advirtió: la alarma social es un mecanismo de defensa. Nos alarmamos, tomamos consciencia del peligro y actuamos en consecuencia. Por lo tanto, un gobernante preocupado por los gobernados diría lo contrario: alarmaos. Dentro de un orden, sin llegar al pánico que todo lo destruya, pero que cunda la alarma, que se entere todo el mundo de que está pasando algo grave y de que es preciso tomar decisiones, cambiar hábitos y no seguir simulando que aquí no pasa nada.

Cuando lo del ébola en España, en 2014, yo estaba trabajando en un programa diario de la tele, de estos que durante varias horas supuestamente entretienen e informan. No hace ninguna de las dos cosas, según mi opinión, pero voy al hecho de que las instrucciones que se recibieron desde lo que se conoce como «arriba» y que la dirección del programa nos transmitió  fueron éstas: «Lo importante es tranquilizar, que no cunda la alarma». De hecho, una de los días se invitó a un experto en epidemias que dijo en directo que existía un riesgo serio de que aquello acabase en pandemia. Tuvimos suerte aquella vez, por lo que fuera, y no se produjo la temida expansión del ébola. Pero aquel experto no vino más, porque sus palabras no gustaron nada a quienes decidían los contenidos, que nunca se sabe muy bien quiénes son. Las palabras del invitado, expertas o no, habían sido contrarias a la consigna de que «lo importante es tranquilizar, que no cunda la alarma».

Falso. Lo importante no es que no se transmita el miedo, sino que no se expanda el mal en cuestión. Y si para eso tiene que saltar la alarma, que para eso está, que salte y cuanto antes. Saramago dixit. En esta ocasión, con lo del coronavirus, hemos asistido a la bochornosa actitud de todo tipo de autoridades negando la mayor hasta hace bien poco. En Japón, hasta antes de ayer, 6 de abril de 2020, no admitieron la gravedad del asunto.

¿Cómo es posible esto? ¿Por qué las autoridades siempre anteponen esa obsesiva manía de que no se expanda el miedo, aun a costa de que se generalice el mal que lo está provocando? Creo que la respuesta es atroz pero sencilla: porque a la autoridad lo único que le preocupa es que nadie la mueva de su posición de poder. En la mayoría de ocasiones, de supuesto poder. Porque casi nadie ostenta el poder, sino que es éste quien posee a los propios gobernantes. Y esto pasa del mismo modo en un cargo menor de la jerarquía de una tele, en los despachos de una gran empresa y en los ministerios de un gobierno.

El que está puesto para mandar nunca piensa: «Me han puesto de director». No. En su mente esta frase se traduce como: «Soy director». La diferencia es sutil pero determinante. Siente que el cargo ha llegado a conectar con su esencia personal, de modo que ya no es que lo hayan puesto a hacer algo, merecidamente o no, sino que él es ese algo. Ya no ocupa un cargo, sino que él es el cargo. Soy presidente. Soy jefe. Soy el poder.

Supongo que todos habéis tenido ocasión de comprobar este mecanismo patológico en vuestros entornos, ya sea que os haya tocado trabajar con gente así o que hayáis ido a mover un papel a una administración, donde este fenómeno se da tanto.

En todo caso, y vuelvo al principio, lo que quiero decir es que deberíamos sospechar de inmediato cuando alguien investido de una hipotética autoridad nos dice que no nos alarmemos. Suele ser la señal que nos debe indicar que sí, que tenemos que alarmarnos enseguida. Quien nos advierte suele estar movido por ese instinto de conservación de su puesto. Y a continuación, empieza a mentir cuanto haga falta para salvaguardar el sillón. Alarmaos. Desconfiad. Ejerced el pensamiento crítico. Vale.


Publicado

en

por

Etiquetas: